Pasadas las nueve de la noche ya no quedaba casi nadie en la urbanización Santa Ana de la Albaida, una de las más cercanas a alguno de los focos del incendio que ha obligado al desalojo de un centenar de viviendas en la Sierra de Córdoba. A esa hora, un residente abandonaba la zona en moto mientras un grupo de gatos enseñoreaban la barriada, ajenos a todo el revuelo. Las llamas les quedaban lejos, y el calor todavía más.