Rufián, el último hombre vivo en la llamada a la unidad de la izquierda

"Si no nos ponemos de acuerdo, nos van a matar por separado políticamente", dijo Rufián en el Congreso a todas las izquierdas. El debate del decreto del apagón, que acabó con la derrota del Gobierno, demostró que las fuerzas de izquierda no son capaces de defender una posición común sobre la energía PP, Vox, Podemos y Junts tumban el decreto del Gobierno que buscaba evitar un nuevo apagón Gabriel Rufián se presentó en el Congreso con un corte de pelo rebajado en los lados, casi rapado al cero. Nasío pa' matá, es decir, dispuesto a pelear con todo con tal de sacar a la izquierda radical o plurinacional del pesimismo o simplemente del ensimismamiento. De estar tan centrada en sus diferencias, en discutir sobre lo que les separa, que no ven lo que se les viene encima. Siempre dispuesto a subir el termómetro del drama cuando es necesario, el portavoz parlamentario de Esquerra no se cortó nada: “Si no nos ponemos de acuerdo, nos van a matar por separado... políticamente”. Rufián lleva varias semanas empleando este argumento, que ha tenido un eco favorable en redes sociales, pero no así en ninguna formación política. El martes, día de votaciones importantes en el Congreso, la bola creció un poco con un artículo de El Mundo, que sostenía que ERC había iniciado contactos con Compromís, BNG, Bildu y Adelante Andalucía para formar “un frente común de la izquierda nacionalista” de cara a las urnas, al que también intentaría atraer a Podemos. El titular quedó radicalmente desmentido sólo unas pocas horas más tarde. Rufián se había ocupado de seguir remando en esa dirección. Por un lado, está el PSOE desangrado por los escándalos de Ábalos y Cerdán, antiguos hombres de la plena confianza de Pedro Sánchez. Al otro, Sumar y Podemos profesándose un sincero desprecio mutuo, mientras Izquierda Unida prefiere resistirse a la idea de que todo está perdido. Los partidos nacionalistas no tienen tan malas expectativas electorales y conservan casi todo su electorado, aunque saben que no pueden aportar al Congreso muchos más diputados que los que ya tienen. Ante ese panorama, Rufián apuesta por la unión de “las izquierdas soberanistas, independentistas, autodeterministas, federalistas o confederalistas”. Se refirió como ejemplo al pacto con el que concurrieron ERC, Bildu, BNG y Ara Mès en las elecciones europeas, que se juegan en una circunscripción común. Obtuvieron el 4,9% de los votos. Ahora, la izquierda periférica, en sus palabras, debe intentar pilotar esa unión, porque “a la izquierda del PSOE no hay nada”. Ya se sabe que Rufián nunca ha sido un gran fan de Yolanda Díaz y de Sumar. Por la tarde, la dirección de Esquerra despejó cualquier duda. Ese proyecto de alianza preelectoral “no forma parte de la agenda” del partido. “ERC está donde siempre ha estado”, dijo la portavoz de los republicanos en el Parlament, Ester Capella. Se presentarán por Catalunya en solitario, como es previsible, de la misma forma que EH Bildu lo hará por Euskadi y Navarra. No tienen pensado hacer experimentos en las urnas en unas elecciones en las que la circunscripción electoral es la provincia. El martes fue el día en que surgieron motivos para preguntarse si existe una izquierda que puede mantener posiciones y lenguaje comunes. Se votaba la ratificación del decreto que recoge medidas con las que evitar un nuevo apagón total como el de abril. Sumar votó a favor junto a los socialistas. Se sabía que Podemos iba a votar en contra al no incluir sanciones contra las eléctricas. “Es un decreto que podría haber firmado Sánchez Galán” (presidente de Iberdrola), dijo Ione Belarra. El BNG también se opuso. Sumar fue especialmente duro con la posición conocida de Podemos. Verónica Martínez dijo que el decreto promueve el autoconsumo eléctrico y beneficia a las energías renovables para terminar atacando a sus antiguos aliados: “Cuando se trata de avanzar en una transición (energética) justa, Podemos es parte del problema para España, para la ciudadanía y para el planeta”. Es de suponer que pensará lo mismo del diputado de Sumar Jorge Pueyo, que representa a Chunta Aragonesista, que votó en contra del decreto. EH Bildu defendió las medidas, porque las han pedido “asociaciones de pequeños productores de fotovoltaica, la Fundación Renovables Greenpeace y sectores industriales enteros”, explicó Mikel Otero. Bildu dejó claro que “el lobby profósiles y el lobby pronuclear agradecerán cada voto en contra de este decreto”, lo contrario de lo que había afirmado Podemos. Esquerra también votó a favor. Con el rechazo de Podemos y Junts, el destino del decreto quedaba en manos del PP. Al partido, convencido de que necesita justificar que la legislatura está muerta, le dio igual los posibles beneficios que pudiera suponer para el sistema eléctrico y específicamente para las inversiones españoles e internacionales en las energías renovables. Se impuso la posibilidad real de propinar una derrota al Gobierno en un asunto de gran relevancia tanto para los ciudadanos como para las empresas. Su portavoz, Guillermo Mariscal, ni siquiera se molestó en concretar las razones del rechazo, más allá de destacar que no ha habido dimisiones tras el apagón. Pesaba mucho más cerrar el curso político antes de las vacaciones de verano con la imagen de un Gobierno incapaz de que el Congreso apruebe un decreto tan importante. No se abren las ventanas cuando al enemigo le falta el aire, sino que se le echa la mano al cuello. Las inversiones en renovables también pagarán un precio alto, pero eso no está ahora mismo en las prioridades de la oposición.