Progreso impostor

Hay dogmas más férreos que los religiosos, y ninguno tan inapelable como el del progreso. Se nos enseña -como doctrina de fe laica- que la historia avanza hacia una tierra prometida donde todo será más libre, más igual, más humano. Pero esta convicción es, como diría Chesterton, «la más estúpida de las supersticiones modernas», pues olvida que el hombre, a diferencia de la máquina, no se perfecciona con los siglos, sino que tropieza siempre con las mismas piedras del alma.