Unos vándalos con inquietudes artísticas

Decía Santa Teresa de Jesús que Dios andaba entre los pucheros, dando a entender que Su presencia podía darse, también, en los lugares más comunes, sencillos o insospechados. Con el arte sucede algo parecido: está o puede estar casi en cualquier parte, dados los nuevos comportamientos artísticos que incorporan materiales y estrategias al margen de todo dogmatismo o catalogación estilística (recordemos a Joseph Beuys: «Todo hombre es un artista»). Pero, ¿y la violencia? ¿Puede albergar un componente artístico? No me refiero al contenido de la obra, más bien al momento de su concepción, no en la soledad de un taller o ante un público ansioso de alguna maravilla epatante, sino a consecuencia de un vandalismo, callejero para más señas, resultado -supongo- del alcohol u otras sustancias (nada nuevo en el Arte, por cierto) y sus efectos en cafres autóctonos o extranjeros (da lo mismo) durante el verano en nuestras ciudades costeras.