El accidente ha elevado a tres el número de fallecidos en espacios acuáticos riojanos en lo que va de año. El piragüista, de 55 años y natural de Valladolid, se encontraba entrenando para el Descenso del Piqueras, una prueba clásica del piragüismo en La Rioja, cuando perdió la vida en las aguas bravas del río. El suceso tuvo lugar en el término municipal de Lumbreras de Cameros, en plena sierra riojana, y obligó a suspender el evento deportivo. Desde la organización lamentaban profundamente el accidente y se volcaban en acompañar a la familia del fallecido. La noticia ha causado una gran conmoción entre los federados riojanos, un colectivo que ronda los 160 miembros en esta época del año, según la Federación Riojana de Piragüismo. El piragüismo es practicado durante todo el año en La Rioja, tanto en aguas tranquilas como en aguas bravas. Los pantanos y el Ebro pertenecen al primer grupo, mientras que ríos como el Iregua, el Najerilla, el Leza o el Piqueras representan el lado más exigente de este deporte. Aunque pueda parecer un deporte exclusivamente veraniego, el piragüismo en aguas tranquilas se practica también en invierno, siempre que no haya crecidas o riadas. En cambio, los aficionados a las aguas bravas dependen de las lluvias, cuanta más agua, más actividad. Vicente Orio, secretario de la Federación Riojana de Piragüismo, explica que casi todos los ríos riojanos son aptos para practicar este deporte, pero el Iregua y el Najerilla son los más utilizados. Y dentro del Najerilla, el tramo conocido como Piqueras es uno de los tres únicos ríos de España considerados de aguas bravas reales, lo que lo convierte en un auténtico reto incluso para los más experimentados. “El Piqueras nace muy alto y presenta un desnivel del 8 al 12%, lo que lo hace especialmente rápido y técnico”, explica Orio. Practicar piragüismo en ríos como el Piqueras exige formación, control y conocimiento del entorno. Entre los principales peligros se encuentran los rebufos, esos remolinos que se forman detrás de las rocas y empujan el agua hacia atrás, o las marmitas, pequeños pozos donde el agua gira en círculos y puede llegar a atrapar objetos o personas. “Los profesionales saben reconocer estos peligros y, si hace falta, se bajan de la embarcación para inspeccionar el terreno”, apunta el secretario de la Federación. Desde la comunidad piragüista se insiste en que este tipo de accidentes son excepcionales y que el piragüismo, practicado con responsabilidad, es un deporte seguro. Pero también recuerdan que, con el aumento de las temperaturas, cada vez más personas se lanzan a practicar deportes acuáticos sin tener el conocimiento o la experiencia necesaria. El trágico suceso en el río Piqueras sirve de doloroso recordatorio de que la naturaleza es maravillosa, pero también imprevisible. Y que cualquier práctica deportiva en entornos naturales requiere no solo pasión, sino también prudencia.