Ahora que el verano ha arrancado con fuerza, muchas empresas bajan la guardia: menos personal en plantilla, más trabajadores fuera por vacaciones y, en general, una sensación de que “nada importante debería pasar” durante estos meses, convierten a esta época del año en una de las más delicadas frente a los fraudes y ciberestafas. El descanso veraniego también lo aprovechan los delincuentes digitales para hacer de las suyas: el correo fraudulento que nadie revisa, la factura sospechosa que pasa desapercibida o ese enlace que se abre sin pensar demasiado.