Comenzaba temprano mi día en Estambul, antes de que los autobuses de turistas empezaran a vomitar multitudes frente a Santa Sofía . Iba sola, como acostumbro a viajar. Entré sin prisas, cubierta la cabeza con un pañuelo , obedeciendo las reglas del templo, aunque yo no buscaba la mezquita, sino la imponente obra de ingeniería romana: el esplendoroso templo que Bizancio dedicó a la sabiduría. Creo recordar que era una mañana de noviembre aún húmeda de otoño cuando Agatha Christie , envuelta en su abrigo de viaje ,con sus inevitables guantes de cuero negro, cruzó el umbral de esta misma basílica de Santa Sofía. Venía del Pera Palace Hotel, donde el rumor de las historias flotaba entre las copas de... Ver Más