En casas de amigos, en el coche o en el parque: la noche en vilo de cientos de cordobeses desalojados por el fuego

Casi un centenar de familias tuvieron que abandonar sus casas en las faldas de Sierra Morena por un incendio que, 18 horas después, sigue sin estar perimetrado Unos pocos vecinos han sido realojados en el Hotel Averroes, mientras que también un grupo reducido ha pasado la noche a la intemperie en un parque junto a la carretera de Trassierra Son las 10:00 de la mañana y el sol comienza a picar en el asfalto de la carretera de Trassierra, a la que pone banda sonora el zumbido de helicópteros del Infoca desde hace casi 15 horas. A la sombra de un árbol, un grupo de una decena de personas descansa. La mayoría son adultos, aunque también hay un anciano sentado en una silla plegable, que apoya su brazo derecho en un bastón. Permanece en silencio mientras el resto cuenta cómo ha vivido la noche. La mayoría oculta las ojeras tras unas gafas de sol. Son algunos de los vecinos de Santa Ana de la Albaida que han vivido en vilo el incendio que, desde la tarde de este martes, asola las faldas de Sierra Morena, a tan solo unos miles de metros de la capital cordobesa. El grupo ha pasado la noche en el mismo parque en el que, por la mañana, hablan con la prensa. Y, aunque empiezan contando su relato sobre el desalojo, en la conversación pronto se cuela el humo de la indignación, el cansancio y la resignación. Lo lógico entre quienes llevan toda la noche mirando a un monte en el que están sus casas y sus pertenencias, y del que emanaba un haz de luz que ha sido un pequeño terremoto en sus vidas. Vecinos desalojados de Santa Ana de la Albaida Aviones y humo como primera alarma Todo comenzó poco antes de las ocho de la tarde del día anterior. En una zona conocida como La Albaida, asociada a un castillo de origen árabe. El fuego se activó rápido. El aire se volvió denso y el olor a quemado despertó la alarma de algunos vecinos como Pedro -nombre ficticio- que, para cuando llegó la policía y la Guardia Civil, ya había empaquetado lo justo para largarse. “El sonido de los aviones me dijo que no era algo normal”, recuerda a Cordópolis este vecino de Santa Ana que recuerda con precisión la hora de su desalojo. Eran las 19:35 cuando la Policía Local llamó a su puerta. Había tenido tiempo para recoger a sus dos perros y un ordenador portátil, su única herramienta de trabajo. El resto de su familia, por fortuna, estaba en la playa. Él, en cambio, vivió la noche como un exilio forzoso en casa de sus padres. La evacuación no se limitó a Santa Ana. También alcanzó a zonas próximas, como Castillo del Albaida. De allí es el suegro de Juan, un joven que intentaba este miércoles a primera hora volver a la casa para recoger las medicinas olvidadas por el anciano en el apuro del desalojo. No lo consiguió: las autoridades mantenían cortado el acceso por seguridad. Vecinos desalojados de Santa Ana de la Albaida Una noche a la intemperie o en alojamientos limitados La noche se convirtió en un interrogante sin respuesta para muchos vecinos. El desalojo global, contando los dos clubs de campo que hay en la zona y que a esa hora estaban llenos, superó el medio millar de personas. Pero eran los vecinos de las urbanizaciones los que estaban realmente en un aprieto: ¿Dónde dormir cuando la casa se ha quedado atrás y no hay previsiones claras de retorno? Mientras la mayoría, como Pedro, lograron refugiarse en viviendas prestadas —él mencionaba con una sonrisa amarga su “cama de soltero”—, otros pasaron las horas más largas en coches estacionados junto al punto de atención a los vecinos, ubicado en la media rotonda que da acceso a la carretera de Trassierra. Allí han pasado la noche algunas familias simplemente sentadas en bancos y bordillos, aguardando que alguien ofreciera una manta, una botella de agua o al menos una palabra de consuelo. Lo contaban ellos mismos con cierto enfado. El contraste entre la necesidad y la ayuda disponible fue uno de los temas más comentados al amanecer. Algunos vecinos han denunciado no haber recibido ni agua ni alimentos por parte de los equipos de emergencia. “Aquí nadie ha dicho que estaban asuntos sociales, ni que había agua, ni comida, ni nada”, se lamentaba una mujer, alzando la voz por encima del murmullo de la desconfianza. Se llamaba Irene, era joven, morena y llevaba gafas de sol. Mientras los ánimos se han ido caldeando, ella ha mantenido serenidad, pero ha insistido en contar su caso: Cruz Roja le ha prestado una manta térmica y, en un momento dado, cuando ha ido a la gasolinera más próxima para hacer de vientre, un voluntario le ha dicho que no se llevara el abrigo. Otros vecinos de la zona desalojados, sin embargo, ofrecían una versión distinta. Una mujer presente aseguraba que sí se ofrecieron recursos. A su lado había una mujer que había sido realojada en el Hotel Averroes. Pero, a su alrededor, los rostros seguían incrédulos. “Solo tres o cuatro”, insistían, refiriéndose a los afortunados que lograron un techo. John, el americano al que le ha sorprendido el incendio en casa de su cuñado Aplauso para bomberos y policía Como en casi todas las crisis, las valoraciones sobre la respuesta institucional se dividen en función de cada vivencia. Mientras algunos vecinos hablaban acaloradamente, por la carretera de Trassierra baja andando John Douglas, un hombre originario de Richmond, Virginia (Estados Unidos), al que le pilló el incendio solo en casa de su cuñado, en Santa Ana. En el punto donde la Policía Local controlaba el tráfico le esperaba su pareja, que lo ha besado con efusividad al verlo. El norteamericano estaba vendado, pero no por las llamas, sino porque había sufrido un accidente de moto anterior. Su cuñado, según cuenta, se fue de la casa diez minutos antes de que se iniciara el fuego. Él aguantó más, lo desalojaron de madrugada. Y estaba conforme con cómo se han hecho las cosas: “La labor de los bomberos fue fantástica, y la de la policía también”, ha afirmado. “Todo el mundo hizo un muy buen trabajo. La verdad, han sido muy profesionales”, reiteraba. Otros vecinos también han relatado gestos de humanidad y esfuerzo: policías ayudando a mujeres con movilidad reducida a evacuar, agentes subiendo a cinco perros en un vehículo oficial para alejarlos del fuego. Hubo agradecimiento sincero hacia las fuerzas y cuerpos de seguridad, no tanto hacia los responsables políticos. La carretera de Trassierra, cortada por la Policía Local este miércoles. Información contradictoria y el impacto emocional El origen del incendio sigue siendo objeto de especulación: una colilla, tal vez, o alguna chispa en la cuneta de la carretera de Trassierra. Pero lo cierto es que, aunque ninguna vivienda de Santa Ana ha llegado a arder, las llamas han estado demasiado cerca como para no dejar huella. Muchos vecinos hablan del entorno natural perdido como si hablaran de un viejo amigo fallecido: “Era nuestro parque de atracciones”, decía con nostalgia Pedro, consciente de que el tesoro natural que tiene Córdoba ha sido devorado en parte por el fuego. Él, al contrario que muchos vecinos de la zona, no ha querido tampoco estar toda la noche siguiendo la evolución. Lo cierto es que, por las características que tiene la zona de Trassierra -por su peligrosidad, más bien-, los vecinos están muy organizados para prevenir y actuar ante situaciones como la de este martes. Lo cuenta Minerva —que también prefiere usar nombre ficticio—. Ella no ha sido evacuada, pero vivió la noche siguiendo cada actualización a través del grupo vecinal de “pronto auxilio” Las Siete Fincas. Gracias a su coordinador, conectado con el puesto de mando, muchos de los vecinos de la zona recibían datos casi en tiempo real. Pero incluso así, cuando la información era directa, surgían contradicciones: mientras los canales oficiales hablaban de estabilización, los técnicos del entorno aseguraban que el fuego se acercaba peligrosamente a la finca de Piquín e incluso hacia la zona de Las Ermitas. Incendio en la sierra de Córdoba Vuelta controlada a sus casas Al medio día, el incendio aún no había sido perimetrado. El sol ya era de los que hacen pupa y el trabajo contra el fuego sigue siendo intenso. Los vecinos de Santa Ana de la Albaida comenzaban a impacientarse por la situación de sus mascotas y pertenencias. Para dar respuesta a esta situación, el Infoca ha estado identificando las viviendas afectadas y una patrulla local acompañará a los residentes que lo soliciten para que puedan acceder a sus casas de forma controlada. Según la información suministrada por las autoridades, se les permitirá permanecer en el interior durante un máximo de treinta minutos, con el fin de recoger medicamentos, animales o artículos esenciales. Además, según ha informado el propio Infoca, el Ayuntamiento de Córdoba habilitará espacios para alojar temporalmente durante lo que queda de día a los residentes de las 60 viviendas que siguen sin poder regresar a sus hogares. En ese sentido, el Centro de Emergencia Habitacional que gestiona al Ayuntamiento de Córdoba ya había acogido a 11 personas (de un total de tres familias) desalojadas por el incendio. Para cuando cuando se ha permitido de nuevo el acceso controlado de los vecinos a sus casas, algunos mostraban cierta impaciencia por ver qué todo estaba en su lugar. Otros no se fiaban e incluso preferían posponerlo algo más. Para estos últimos, las cenizas del mal recuerdo tardarán en apagarse mucho más tiempo de lo que tardará en extinguirse el incendio de Santa Ana de la Albaida.