La NASA revela los estragos del espacio en el cuerpo humano y complica los planes de Elon Musk para llegar a Marte

Objetivo ambicioso e imposible - Para alcanzar el planeta rojo se requieren soluciones nunca antes probadas, tanto en lo referente a la propulsión como en los sistemas de soporte vital, la protección frente a la radiación y las condiciones físicas extremas del trayecto La NASA lanzará SNIFS, un nuevo observador solar pionero Convertir Marte en un nuevo hogar para la humanidad ha dejado de ser un argumento hipotético para instalarse en los planes técnicos de agencias espaciales y empresas privadas. El impulso por colonizar el planeta rojo ha alimentado inversiones, alianzas científicas y desarrollos tecnológicos que hace dos décadas parecían remotos. Elon Musk ha insistido en que una civilización multiplanetaria es el siguiente paso lógico para garantizar la supervivencia humana. Esta visión ha reconfigurado el panorama aeroespacial, con SpaceX a la cabeza de un movimiento que busca reducir costes de lanzamiento, mejorar la reutilización de cohetes y desarrollar módulos habitables capaces de soportar condiciones marcianas. Mientras tanto, las investigaciones médicas y los ensayos con hábitats simulados buscan resolver cuestiones fisiológicas críticas antes de lanzar misiones reales, incluida una que podría redefinir los límites de la resistencia visual en el espacio . La salud ocular emerge como un obstáculo para las misiones de larga duración Un estudio liderado por Santiago Costantino en el hospital Maisonneuve-Rosemont de Montreal ha revelado que más del 70 % de los astronautas que han pasado largas temporadas en la Estación Espacial Internacional presentan síntomas del denominado síndrome neuro-ocular asociado a vuelos espaciales. Esta condición, conocida por sus siglas SANS, provoca tr ansformaciones en la estructura del ojo que alteran de forma temporal la visión, con casos registrados de inflamación del nervio óptico, reducción del tamaño ocular y modificaciones en el campo visual. El retorno venoso alterado en el ojo parece estar detrás del síndrome detectado Los investigadores analizaron los ojos de trece astronautas que permanecieron entre cinco y seis meses en microgravedad. Compararon parámetros clave antes y después de sus misiones: rigidez ocular, presión intraocular y amplitud del pulso ocular. Las pruebas, realizadas con tomografía de coherencia óptica y tonometría, permitieron identificar una caída media del 33 % en la rigidez del globo ocular, una disminución del 11 % en la presión interna del ojo y una reducción del 25 % en la amplitud del pulso . En paralelo, detectaron un patrón fisiológico que podría actuar como predictor temprano del síndrome. Según explicó Costantino en declaraciones recogidas por Earth.com , el factor desencadenante principal se encuentra en el efecto de la microgravedad sobre la circulación sanguínea, ya que “la ingravidez altera la distribución de la sangre en el cuerpo, aumenta el flujo hacia la cabeza y ralentiza el retorno venoso en el ojo”. La recuperación visual suele ser rápida, pero no garantiza seguridad a largo plazo El estudio también mostró que, tras volver a la Tierra, la mayoría de los afectados recupera su visión habitua l. En muchos casos, el uso de gafas bastó para corregir los cambios visuales. Sin embargo, los expertos insisten en que la duración limitada de las misiones actuales impide anticipar el impacto que tendría una estancia prolongada como la que exige un viaje a Marte. Ese trayecto podría prolongarse entre dos y tres años, lo que multiplicaría los riesgos de desarrollar afecciones oculares persistentes. Michael Roberts , responsable del programa sobre salud visual de la NASA, señaló en un informe publicado por la agencia que “necesitamos saber si estos cambios se estabilizan o continúan empeorando con el tiempo . Un astronauta con la visión comprometida podría poner en peligro una misión completa a Marte”. Un fallo visual en pleno viaje podría comprometer el éxito de una misión completa Ante este desafío, la NASA ha comenzado a probar soluciones que podrían aplicarse antes o incluso durante los vuelos interplanetarios. Entre ellas destacan cámaras de presión diseñadas para replicar las condiciones terrestres en la zona ocular, lentes de contacto que regulan la presión interna o tratamientos farmacológicos que buscan reducir la inflamación en el nervio óptico. También se están desarrollando ejercicios adaptados a la microgravedad que ayuden a mantener la circulación normal de los fluidos. Los responsables del estudio confían en que las variaciones mecánicas detectadas en el globo ocular puedan actuar como biomarcadores útiles para identificar de forma anticipada a los astronautas con mayor propensión al síndrome. La posibilidad de establecer un control preventivo antes del despegue permitiría diseñar protocolos personalizados para cada tripulante, minimizando los riesgos. El avance de estas investigaciones médicas va en paralelo a los ensayos tecnológicos que permitirán, en el futuro, diseñar naves más seguras, rutinas adaptadas al cuerpo humano y dispositivos de diagnóstico que monitoricen la salud ocular en tiempo real. En este contexto, resolver los efectos de la microgravedad sobre la vista se ha convertido en una pieza clave para que el sueño marciano no se quede atascado por un problema en la retina.