El plan local por incendios forestales identifica 44 núcleos poblacionales en zona de riesgo por fuegos como el que ha mantenido en vilo a la ciudad de Córdoba estos día El incendio de La Albaida de esta semana va a pasar a la historia de los incendios forestales de la ciudad de Córdoba no tanto por la superficie quemada, sino por la importante movilización de personas que ha provocado. Vecinos que han tenido que abandonar a prisa y corriendo sus hogares por la cercanía de las llamas, una situación para la que, en esta zona, llevan décadas preparándose. El global de desplazados puede parecer no demasiado elevado: más de medio millar de personas huyendo es, más o menos, el mismo número que se movilizó hace dos años, cuando se inició otro incendio forestal en la zona de Asuán. Sin embargo, lo que ha cambiado estos días es que el fuego, a diferencia de entonces, ha desalojado a un centenar de personas de sus casas, principalmente a los vecinos de Santa Ana de la Albaida, una zona cercana a la ciudad, prácticamente donde se inicia la subida hacia Trassierra, la gran barriada de Córdoba donde, desde hace cuarenta años, más temor existe ante un incendio forestal. El fuego de estos días, además, es el primero que se coordina tras la aprobación, en 2023, del Plan Local de Emergencias por Incendios Forestales en el Municipio de Córdoba . El documento era una deuda dilatadísima con la realidad urbanística de este enclave natural, poblado de casas y personas. Así lo reconoce el documento, que señala cómo, a lo largo de las últimas décadas, en la zona de la Sierra de Córdoba ha habido una creciente dispersión del sistema de asentamientos, así como una progresión de la vegetación natural, “constituyendo una dinámica territorial preocupante en relación con el problema de los incendios forestales”. Urbanizaciones potencialmente más susceptibles a experimentar daños. Una zona de peligro con 44 núcleos de población El citado plan contabiliza en la llamada Zona de Peligro un total de 44 núcleos de población diseminados en la Sierra de Córdoba. Estos núcleos poblacionales incluyen a un total de 26.975 personas censadas (según los datos de 2021, que no han debido moverse demasiado). No obstante, de esa población convendría restar los 19.000 vecinos que viven en el Distrito Norte-Sierra (es decir, en los chalés de la zona de El Patriarca o El Brillante), y que no están tan expuestos ante un incendio forestal como el resto de urbanizaciones, en las que, durante todo el año, viven en torno a 7.000 personas, cifra que sube por encima de las 10.000 en verano, cuando los cordobeses buscan el frescor de la sierra. No es, desde luego, un fenómeno nuevo. Eduardo Araque Jiménez, catedrático de Análisis Geográfico Regional, dedicó todo un trabajo a los incendios forestales en Andalucía en el que ya fijó la lupa en lo que estaba ocurriendo en la Sierra de Córdoba. En ese documento, publicado en el año 2013 y centrado en el periodo 1961-2011, su autor ya advertía de que la expansión de residencias secundarias y la utilización recreativa del entorno natural habían desempeñado un papel fundamental en la proliferación de grandes incendios forestales en toda Sierra Morena. Y, muy particularmente, en la capital y en Cerro Muriano —continuaba—, citando los habituales incendios que partían del campo de tiro de la base militar ( como el Gran Incendio Forestal del año pasado ), así como los relacionados con “la intencionalidad manifiesta de conseguir la reconversión de suelos rústicos en urbanos, y otros por negligencias de los nuevos ocupantes del medio rural”. Araque Jiménez, de hecho, aportaba datos de los incendios forestales más devastadores en la Sierra de Córdoba en el periodo 1970-2007, con obligatoria parada en el año 1986, marcado en rojo fuego por los vecinos de la capital y, muy particularmente, a los que ya entonces se habían asentado en las montañas que la rodean. Presentación del Plan Infoca de 1986 El desastroso verano del 86 El verano del 86 sumó dos incendios de enorme envergadura y peligro en la sierra de Córdoba. Dos fuegos que no solo arrasaron miles de hectáreas y vegetación natural, sino que pusieron contra las cuerdas a los equipos de emergencia y a los propios vecinos de la zona, que vieron también cómo la cercanía de las llamas obligaba a las autoridades a replantearse la política de lucha contra el fuego en la capital. De hecho, la decisión de construir la pista aérea de Los Villares se tomó tras el verano incendiario de 198, en el que ardieron más de dos mil hectáreas en la sierra. La pista se abrió un año después, en julio de 1987, tras invertir la Agencia del Medio Ambiente 12 millones de pesetas. Fue la reacción natural tras el año anterior, que arrancó a principios de julio con un incendio que quemó 1.200 hectáreas de monte bajo, encinar y pinar, tras iniciarse el fuego en la Carrera del Caballo. En su momento, los técnicos del Instituto Andaluz de Reforma Agraria (IARA) lo calificaron como un verdadero desastre ecológico y el que, hasta ese momento del verano, había supuesto mayores pérdidas económicas de la campaña de 1986. Fueron días angustiosos, en los que el fuerte viento y las altas temperaturas propiciaron que se extendiera hacia el santuario de Santo Domingo y Los Villares, salvándose in extremis de afectar tanto al monumento como a la zona recreativa. El otro gran incendio del 86 fue menos virulento en cuanto a hectáreas quemadas, pero mucho más peligroso para la población que vivía en la sierra. Ocurrió el 28 de agosto, en el entorno de San Cristóbal, y los vecinos de esta urbanización, junto a los de La Conejera, tuvieron que ser desalojados ante la peligrosidad de las llamas, que se plantaron a las puertas del hospital de Los Morales. Así, ante la proximidad del incendio, en torno a las 18:00, se tomó la decisión de evacuar a todos los enfermos hospitalizados, al estar ingresados por sufrir, en su mayoría, afecciones en los pulmones. Los pacientes, un centenar aproximadamente, fueron trasladados por microbuses de la Guardia Civil a otros centros. La mayor parte fue llevada al Hospital Reina Sofía y a San Juan de Dios; los menos graves fueron trasladados a sus domicilios. Las llamas de aquel fuego siguieron activas hasta la mañana siguiente, cuando se dio por extinguido el incendio en torno a las 10:00, tras haber afectado a dos centenares de hectáreas. Agentes del Infoca y de las Siete Fincas en la piscina del Asuán. El desalojo de Asuán de hace dos años Aquel incendio también afectó a las proximidades del complejo Asuán, donde, hasta esta semana, se había localizado el incendio forestal más peligroso de cuantos han acontecido en Córdoba capital en los últimos años. Fue en la tarde del 20 de julio de 2022 . Aquel día, una columna de humo se hizo visible desde toda la ciudad y, como esta semana, saltaron las alarmas. Por la cercanía con la piscina de Asuán (un complejo deportivo y acuático inaugurado en 1975 y que dio nombre a la zona), se decidió la evacuación inmediata de medio millar de bañistas que había a esa hora en el centro recreativo. Al igual que estos días, la intervención del Infoca fue rapidísima, como también la colaboración del grupo de pronto auxilio, los Voluntarios de las Siete Fincas, más de medio centenar de personas que trabajan codo con codo con los bomberos del Centro Operativo Provincial de Los Villares (COP) en su trabajo de extinción y de prevención de incendios. Ellos son la prueba más palpable de que esta sierra y sus vecinos viven todos los veranos pendientes del caprichoso azar. Una colilla, un rayo, un derrape… Cualquier desliza y unas malas condiciones meteorológicas (el temido 30-30-30) puede ser la mecha que convierta una joya de la naturaleza en un infierno del que exiliarse con tres cosas mal metidas dentro de una mochila.