La tarde despertó grandes expectativas con el esperado mano a mano entre Morante de la Puebla y Juan Ortega ante toros de El Pilar, Domingo Hernández y Álvaro Núñez, pero la realidad del festejo quedó muy lejos de lo soñado. El juego del ganado resultó profundamente decepcionante, con animales mansos, sin clase ni entrega, que pusieron cuesta arriba cualquier intento de lucimiento de los toreros. A pesar del empeño y algunos detalles sueltos, la tarde se marchó sin emociones verdaderas ni momentos para el recuerdo. El primero de El Pilar, de medido trapío, no convenció a buena parte del público ya de salida. Morante lo recibió con verónicas templadas, especialmente estimables las del pitón izquierdo, pero en la muleta el animal no tuvo celo ni entrega, limitando cualquier posibilidad de faena. El sevillano lo intentó con muletazos de bella factura y un natural largo que sobresalió en un conjunto sin transmisión. Mató de estocada y escuchó una ovación tibia. El segundo, bajo y corto de cuello aunque bien hecho, marcó desde el inicio su buena clase en las embestidas. Juan Ortega dejó un quite por cordobinas y tafalleras de trazo delicado y abrió la faena con doblones de gran torería cuando la lluvia arreciaba. La faena tuvo pasajes bellísimos, especialmente al natural, pero al conjunto le faltó continuidad y unidad para que tomara vuelo. Falló con la espada al primer intento y lo despenó al segundo, quedando todo en una ovación. El tercero, de Domingo Hernández, mostró querencia a tablas y en un intento por buscarlo en el burladero, Morante fue arrollado con un fuerte golpe en el pecho que alarmó a los tendidos. Todo quedó en nada. El toro se paró muy pronto por culpa de una banderilla que cayó justo en el hueco del puyazo. Casi media estocada en todo lo alto. El del hierro salmantino no ofreció nada en la muleta y la faena se convirtió en un trámite. Morante tampoco estuvo certero con los aceros. El cuarto, colorado y acapachado de El Pilar, amagó con cierta humillación pero terminó protestando en cada embroque y embistiendo sobre las manos. Ortega trató de estirarse y encontrar la ligazón, pero el lucimiento fue imposible. Tras un pinchazo hondo al segundo intento, escuchó un aviso antes de acabar con el astado en medio de un silencio resignado. El quinto de Álvaro Núñez, de escasa presencia, dio más que hablar por un gesto de Morante tras los primeros lances y ceder la lidia a Iván García, una decisión que desconcertó al público. En la muleta, el toro nunca se entregó y embistió de forma descompuesta. Morante se fajó con oficio, pero la faena careció de limpieza y continuidad. La estocada, efectiva, se saldó con una ovación que el diestro no llegó a agradecer. El sexto, de Álvaro Núñez, tampoco mejoró el tono de la tarde. Embistió sin clase y sobre las manos, desluciendo por completo la entrega de Ortega, que puso voluntad aunque sin resultado. Silencio para cerrar un festejo que se recordará más por la falta de bravura del encierro que por los esfuerzos de los toreros.