El 22 de junio de 2016 cambió la vida de Víctor Joel Salas para siempre. Aquella tarde, el abogado se dirigía a su despacho en el barrio madrileño de Usera sin imaginar que estaba a punto de escapar, por un azar del destino, de una tragedia brutal. “Ese día volví a vivir”, confiesa Salas en una entrevista concedida al programa El Cascabel, al recordar cómo la casualidad evitó que él también fuera asesinado junto a otras tres personas a manos de Dahud Hanid-Ortiz. Ese día, Salas se sintió indispuesto tras comer. “Me eché una siesta, sentí malestar y dije: ‘hoy quiero vivir’”, recuerda. Esa decisión, aparentemente trivial, le salvó la vida. Cuando finalmente llegó a su despacho, encontró la entrada llena de humo. “Una lengua de fuego salía de dentro del despacho. Los vecinos ya habían llamado a los bomberos”, relata. Dentro, tres personas habían sido asesinadas con extrema violencia: su expareja Elisa, una trabajadora del despacho y un cliente. Dahud Hanid Ortiz, apodado el “asesino de Usera”, fue sentenciado en Caracas a 30 años de cárcel en enero de 2024 por el asesinato de tres personas en un despacho jurídico madrileño en 2016: dos trabajadoras del bufete y un cliente, al que confundió con su objetivo, el abogado Víctor Joel Salas. Tras los crímenes, prendió fuego al local para eliminar pruebas. No obstante, solo pasó alrededor de 18 meses en prisión, ya que fue incluido en un intercambio internacional de reclusos entre Estados Unidos, Venezuela y El Salvador, en el que medió José Luis Rodríguez Zapatero. El criminal fue entregado a EE. UU. bajo la calificación de “preso político”, una etiqueta que ha generado controversia por su evidente falta de fundamento en este caso. Según explicó el propio Salas, el móvil del crimen fue pasional. El asesino, con antecedentes de salud mental tras haber participado en la guerra de Irak, consideraba que el abogado era el obstáculo que le impedía retomar la relación con su expareja, la doctora Irina Trippard. Por eso, su intención era acabar con su vida. “Él venía a matarme a mí”, asegura Salas. Sin embargo, el asesino se encontró con tres personas en el despacho y acabó matándolas a todas, aparentemente para mantenerse oculto hasta que llegara su objetivo. Pasó más de tres horas en el interior, esperando. Una de las víctimas le había indicado que Salas llegaría a las cinco de la tarde. A esa hora, llegó Pepe Castillo, un cliente que tenía una cita con el abogado. Dahud lo confundió con Salas y le destrozó el cráneo nada más entrar, escondido tras la puerta. Inmediatamente después, roció el despacho con gasolina —que había traído en una botella desde Alemania— y prendió fuego al lugar antes de huir. “No había ninguna razón para matar a esas tres personas. Fueron víctimas inocentes”, afirma Salas, con visible emoción. Tras cometer el triple asesinato, Dahud huyó de España. Salió por el aeropuerto de Barajas con destino a Colombia, cruzó la frontera a Venezuela por el puente de Cúcuta y desapareció del radar durante un tiempo. Ahora, ha sido puesto en libertad en Estados Unidos, donde reside tras adquirir la nacionalidad norteamericana. Salas asegura que el miedo sigue muy presente, no solo para él, sino para toda la sociedad. “Es un psicópata, una persona extremadamente peligrosa que puede volver a matar. No tiene límites ni remordimientos”, advierte. Para él, este caso no solo es un drama personal, sino una amenaza latente para cualquiera que se cruce en el camino del asesino. “Las familias de las tres víctimas, que al menos encontraron algo de consuelo con la condena, hoy ven destruida su paz. Saber que este asesino está libre es una segunda tragedia”, denuncia. Con determinación, Salas anuncia que continuará luchando por la justicia. “No vamos a parar. Vamos a seguir hasta que nuevamente alcancemos justicia.” Este caso, que conmocionó a Madrid en 2016, vuelve a la actualidad por la impunidad con la que el autor del crimen ha quedado en libertad. La historia de Víctor Joel Salas es, a la vez, un testimonio de supervivencia y una advertencia sobre los peligros de permitir que crímenes tan graves queden sin respuesta.