Morir de éxito o cómo el turismo de masas devora nuestros barrios y ciudades

El turismo como fenómeno de masas forma parte de la vida diaria de los habitantes de cada vez más pueblos y ciudades y en los últimos tiempos está devorando nuestros recursos naturales, culturales y sociales, además de crear un sentimiento negativo entre los ciudadanos y ciudadanas de los lugares en los que se concentra, ya que congestiona sus servicios y espacios públicos, disminuyendo la calidad de vida. Solo durante el año 2024 recibimos más de 11 millones de visitantes en la ciudad de Madrid , tuvimos 23,2 millones de pernoctaciones y un gasto internacional de 16.117 millones de euros, y la previsión es que este año se superen estos datos. Hoy en día estas cifras son las únicas que parecen importar a nuestros gobernantes, siendo el resultado de políticas turísticas públicas mediocres cuyo objetivo principal es recaudatorio. El problema es que nos afectan directamente y de forma negativa, porque provocan la masificación de nuestras ciudades y sus entornos sin medir las consecuencias ni pensar a futuro. Por ello, urge sustituir las políticas actuales por otras responsables y comprometidas con la ciudadanía y su entorno para que no se deterioren nuestros recursos, conservemos nuestro comercio local, no se expulse a vecinos y vecinas de nuestros barrios e incluso de nuestras ciudades y no nos empobrezcamos por el incremento de los costes de vida, especialmente el de la vivienda, a causa de fenómenos relacionados como la proliferación descontrolada de pisos turísticos no legales. Si el panorama continúa igual, seguiremos acarreando las consecuencias negativas de atraer un turismo no ordenado en vez de sustentable. Si no se corrige, el turismo morirá de éxito en algunos lugares, como de hecho ya está sucediendo, y cada vez tendremos más altercados, más conflictos, al mismo tiempo que disfrutaremos de menos sitios libres de aglomeraciones y en los que la convivencia de residentes y visitantes favorezca positivamente a ambos. No podemos seguir alimentando la tendencia de llenar nuestras ciudades, barrios, calles o zonas verdes de turistas empujando maletas, deseosos de encontrar lo que ya no hay en casi ningún lugar del planeta, algo exclusivo, único. Es sencillo ser un viajero responsable, pero no nos lo ponen fácil . Muchos y muchas estamos concienciados y antes de comenzar nuestros viajes nos informamos sobre el destino, respetamos y consideramos la cultura y patrimonio del lugar al que vamos, favorecemos los pequeños comercios locales, somos responsables con el consumo de agua y energías, pernoctamos en alojamientos responsables, etc. pero solos no podemos. Los gobernantes deben de establecer medidas valientes , aunque de entrada sean impopulares, con el fin de mejorar la vida de la población residente tanto en los destinos en los que ya se concentra el turismo como en los emergentes. Medidas para que el panorama actual evolucione de forma eficaz y efectiva, para que todos y todas queramos seguir recibiendo turismo y ser turistas y poder disfrutar de sus beneficios. La gama es amplia. Entre ellas se encuentran muchas de sentido común, como una tasa turística en destino que revierta en políticas de sostenibilidad turística, la limitación del acceso a zonas verdes como parques, jardines y algunas áreas de ciudades para la conservación de su flora y fauna, la restricción de vehículos en el centro de las ciudades y zonas naturales, incentivos para el uso de energías renovables en establecimientos hoteleros y de restauración, la promoción de certificaciones sostenibles entre los negocios turísticos, campañas de sensibilización sobre turismo responsable, una mayor inversión en plantas de reciclaje y tratamiento de residuos o mejoras en el transporte público y las comunicaciones. Son necesarias por tanto políticas medioambientales que protejan, optimicen y gestionen los recursos naturales; políticas culturales que conserven y protejan el patrimonio local; políticas dirigidas a invertir en infraestructuras y servicios públicos de calidad; políticas que apuesten por la inversión en innovación y tecnología. Y, por supuesto, políticas de empleo para los trabajadores y trabajadoras que sostienen el turismo dirigidas a dignificar y y profesionalizar el sector, actualizando salarios y racionalizando horarios para que no siga siendo una de las actividades económicas más precarizadas y con unas plantillas cada vez más empobrecidas. Además, es esencial la implementación y el desarrollo de políticas de colaboración público-privadas, para que los beneficios que genera el turismo contribuyan al desarrollo local y al de las comunidades. La sostenibilidad turística pasa por transformar el turismo en un “medio” y no en un “fenómeno de masas” y deje de primar la cantidad sobre la calidad . En definitiva, es imprescindible y urgente articular una nueva industria turística, tan importante para nuestra economía, y hacerlo con la participación de todos los actores implicados y afectados, empezando por los vecinos y vecinas residentes de los lugares de acogida. ---- Camino Cuesta es miembro de la directiva de la FRAVM