Murió el padre de Yolanda Díaz y se desataron todo tipo de críticas porque la vicepresidenta acudió el día después a trabajar al Congreso. Pensaba que, a estas alturas, ya se sabía que nadie debe juzgar el duelo de los demás. Que seguramente, con un padre político, Díaz acudiera a trabajar como una forma de honrar su memoria. De la misma manera que cuando murió un familiar, Concha Velasco me contaba que tuvo que hacer una función de teatro cuando ella solo quería llorar. Y así, decenas de personas conocidas o anónimas que, por diversas circunstancias, han tenido que reaccionar igual. Algunas, para ocupar sus pensamientos frente al dolor, prefieren trabajar pronto. Otras, optarían por todo lo contrario, pero el sistema no lo permite. Quizás sería esta la pregunta que nos deberíamos hacer: ¿cómo afrontamos el duelo en una sociedad que mide el tiempo como productividad y que apenas concede espacio para procesar y sanar?