En la puerta de un burdel todo es cutre mientras que en una asesoría llamada, por ejemplo, Equipo Económico y en el Ministerio de Hacienda todo es funcional y lo rigen leyes estrictas y razones técnicas. Los cerebros de la asesoría y los cargos del ministerio no desentonan al lado de un rey mientras que a los porteros se les nota el burdel incluso bajo la luz de la luna campechana. Cristóbal Montoro, que fue ministro de Hacienda, se dedicó a lo mismo en la consultoría y en el ministerio: trabajó en favor de las grandes empresas, que hay que cuidar porque son el motor de la sociedad, dicen, y su mejor carrocería, creen. Esas contratistas y proveedoras obtienen beneficio de los impuestos cuando los pagan y, mucho más, cuando los ahorran. Montoro puso sus conocimientos y su poder a la tarea de perjudicar al erario ahorrando impuestos a los que más tienen. Lo hizo de dos maneras: aplicando las leyes primero y creándolas después. Desde las asesorías se lee entre líneas el BOE para esquivar su significado sin alterar su significante y desde el ministerio se redactan las leyes futuras. Todo eso es legal.