El repostaje de un vehículo de combustión es un acto analógico y directo; sin embargo, la recarga de un coche eléctrico, sobre todo si es rápida en corriente continua (DC), es una orquesta digital de intercambio de datos. El proceso comienza cuando el usuario elige cómo iniciar la recarga: a través de una tarjeta o llavero RFID (la opción más rápida y útil en zonas sin cobertura móvil), mediante la aplicación móvil de un operador de recarga (CPO), o directamente con una tarjeta bancaria en puntos con TPV. Una vez conectada la manguera y confirmada la operación, comienza el diálogo crucial. Desde OMODA, Belén Chaves, Product Manager de OMODA & JAECOO, detalla el complejo proceso que se activa en cada recarga de un vehículo como el OMODA 5 EV, un SUV eléctrico que promete una carga del 30% al 80% en tan solo 28 minutos en condiciones óptimas. El primer paso es una comunicación bidireccional entre el coche y el cargador, utilizando el estándar internacional ISO 15118. En este intercambio, el vehículo, como el OMODA 5 EV, transmite al cargador datos esenciales: la capacidad máxima de su batería (61,05 kWh en este caso), el estado actual de carga (SOC), su capacidad máxima de carga en DC (80 kW), y el tiempo estimado para alcanzar un porcentaje de carga deseado. Simultáneamente, el punto de recarga también está transmitiendo información vital. Lo hace a través de una tarjeta SIM insertada en el propio cargador (algunos incluso llevan doble SIM), enviando datos en tiempo real tanto al fabricante del punto de recarga como al operador (CPO). Estos reciben la confirmación del inicio de la carga, reconocen al usuario y obtienen información detallada: marca y modelo del coche, SOC, potencia de carga y evolución de la curva, energía suministrada, tiempo conectado y el coste asociado. Toda esta información viaja gracias al protocolo de comunicación OCPP (Open Charge Point Protocol), un estándar mundial de código abierto. Una de las innovaciones que simplifica la experiencia es la función Autocharge, ya disponible en el OMODA 5 EV con plataformas como Waylet de Repsol. Tras un primer emparejamiento, este sistema permite recargas automáticas sin necesidad de interacción manual. El punto de carga detecta el VIN (Vehicle Identification Number) del vehículo, una especie de DNI digital del coche que informa sobre la intención de cargar automáticamente. Después, la tecnología MAC (Media Access Control) y el NACH (Hub de Control de Acceso a la Red) validan el vehículo para una carga fluida y sin identificaciones repetitivas. Mirando al futuro, la clave del ecosistema eléctrico es la interoperabilidad. Gracias al protocolo OCPI (Open Charge Point Interface), se busca que un conductor pueda utilizar una única aplicación o llavero RFID para recargar en múltiples puntos de diferentes proveedores. Esto requiere acuerdos entre operadores de carga (CPO) y proveedores de servicios (MSP) para compartir datos en tiempo real sobre la disponibilidad de cargadores, precios, consumo y facturación, prometiendo una experiencia de recarga mucho más sencilla y unificada para el usuario final.