La historia de coraje de Adriana Díaz, campeona Sub'18 de baloncesto con España: Del patio de Agustinas en Logroño a lo más alto de Europa

Domingo 13 de julio de 2025, a 2.508 kilómetros de Logroño, sonaba la bocina final en Santa Cruz de La Palma. La Selección española sub-18 se proclamaba campeona de Europa de baloncesto tras vencer a Finlandia. Y en esa gesta histórica estaba Adriana Díaz, riojana, 17 años, 1,86 de altura y una determinación que no cabe en ninguna estadística. Adriana no solo celebra hoy un oro continental. Celebra un camino que comenzó en el colegio Agustinas de Logroño, donde, en los recreos, el balón empezó a ser algo más que un juego. Educada en una familia con raíces en el baloncesto, su madre jugó en el equipo femenino de Las Gaunas y su padre en los Maristas, supo desde muy joven que este deporte marcaría su vida. A los 14 años tomó una decisión valiente, dejar atrás la tranquilidad de Logroño para unirse al club Estudiantes en Madrid. Desde entonces, ha sabido compaginar la exigencia de la élite con su crecimiento personal, debutando en Liga Femenina y ahora, en la cima del baloncesto europeo juvenil. “No sabría explicar lo que sentí, solo lloraba. Me abracé a mis compañeras y luego a mis padres. Sentí muchísimo orgullo, no solo por mí, por todos los que me han acompañado”, comparte Adriana en COPE Rioja. A pesar del marcador favorable, el partido enseñó algo esencial, nunca se puede bajar los brazos. “Llegamos a estar 20 arriba y al final se pusieron a dos. Aprendí que hay que seguir trabajando siempre, que nada está hecho hasta el final”, reflexiona. Adriana sabe también lo que es perder. “Haber caído en la final de otro Europeo o en semifinales del Mundial nos hizo más fuertes. Este año no ha sido fácil, pero me he sabido reponer. Las derrotas te enseñan mucho más que las victorias”. La joven logroñesa ha tenido que aprender a gestionar emociones, estudios y presión deportiva. Lo hace apoyándose en su psicóloga, sus compañeras, “mi familia en Madrid”, y su propia estructura de rutinas. “Todo está conectado. El baloncesto me ayuda a estudiar, y hablar con mi familia me centra. El equilibrio es clave”, asegura. La fortaleza mental, dice, se entrena. “Cuando me fui a Madrid no la tenía. Pero ahora sé que, si no la cultivas, lo pasas mal. Apoyarte en los tuyos es esencial”. ¿Qué valores son innegociables para Adriana? “El sacrificio, la constancia y la felicidad en lo que haces. He renunciado a muchas cosas, como estar con mi familia todos los días, pero lo hago feliz porque estoy cumpliendo mi sueño”. Para ella, el apoyo de sus padres es fundamental. “Me entienden como nadie, porque han vivido esto del baloncesto. Están conmigo incluso cuando no están del todo de acuerdo. Y eso lo es todo”.