El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, concedió este jueves la Medalla de Galicia, el mayor distintivo que otorga el Ejecutivo autonómico, a los acaldes de Oporto y Braga -Rui Moreira y Ricardo Río respectivamente- en un acto cargado de festividad por el Día de Galicia, en el que el interés por seguir estrechando los lazos históricos, sociales y económicos entre territorios, afianzando la euroregión Galicia-norte de Portugal, quedó patente por todas las partes. «Las campanas de Compostela anuncian algo más que una fiesta litúrgica en el interior de la Catedral, anuncia una fiesta étnica que tiene por altar la tierra madre. Así da comienzo la fiesta mayor de Galicia, la fiesta de todos los gallegos», arrancó su discurso Rueda, parafraseando las célebres palabras de Castelao, pronunciadas un día como hoy, 24 de julio, hace 77 años. En esta ocasión, con un marcado acento portugués por los galardonados, aunque con especial mención a la Princesa Leonor, que recibió la medalla de Galicia el pasado 14 de julio en agradecimiento por su lealtad y como muestra de cariño por partes de los gallegos, lo que representa a una Comunidad «respetuosa con las instituciones y la tradición» y con la vista puesta en el las «incontables oportunidades» que el mundo ofrece cada día. Al hilo, el titular de la Xunta manifestó su compromiso por conseguir que Galicia siga siendo «una isla de estabilidad en el medio de este océano tremendo de incertezas», apostando por el diálogo y «renunciando a intereses egoístas en favor del bien común». «Tanto España como Portugal sufrimos en los últimos años las tempestades de la inestabilidad o del descrédito que sufre la política. Cuando las certezas y la seguridad dan paso a escándalos o a la política del regate corto, que no lleva a ningún lado, se crea un terreno fértil para los extremismos», continuó el presidente gallego. Un clima de «polarización» y «división» contra el que Rueda aboga por la «seriedad en la gestión, por solucionar problemas en vez de crearlos», un propósito que afirmó compartir con los alcaldes de Braga y Oporto, a los que aupó como símbolos de «fortaleza» ante los que los gallegos sienten orgullo por su proximidad territorial, pero también cultural y económica. «En un mundo fracturado, gallegos y portugueses tenemos que seguir apostando por la unión, por esa unión especial que, efectivamente, no se da con la misma intensidad en prácticamente ningún otro lugar de Europa», aseveró el presidente gallego, que subrayó la necesidad de acelerar la coordinación estratégica entre territorios para alcanzar su «enorme potencial». En este sentido, puso en valor la necesidad de avanzar en la consecución del corredor atlántico ferroviario, que permita aprovechar las sinergias económicas, pero también el desplazamiento de personas. Asimismo, Rueda se mostró favorable a ampliar estos lazos en ámbitos como la sanidad, la educación, las investigaciones, las infraestructuras, las universidades, empresas y protección civil y del medio ambiente. Un rumbo para el que el presidente gallego espera contar con vientos a favor de la Unión Europea, pese a las dinámicas centralistas que afectan a aspectos como la gestión de los fondos europeos. (Habrá ampliación)