Cartuchero, de mítica reata, se llamaba el segundo, un toro al que le faltaba un kilo para llegar a los seiscientos. Brusco y con las manos por delante, a la defensiva, y, para colmo, colándose. Con solvencia anduvo la cuadrilla, con un meritorio par de Curro Robles. Cómo se revolvió en el comienzo por abajo de Emilio de Justo, que planteó con listeza la faena. Pero listo andaba Cartuchero, que disparó con violencia en el pase de pecho, siempre reponedor. Había que dejarle la muleta puesta y que no viese nada más. Era toro de los que cortan el aliento y el de Torrejoncillo hizo un esfuerzo. De uno en uno, con el zapatillazo, le extrajo los muletazos finales ante... Ver Más