Lo complicado y la suerte

Madre mía, qué complicado es educar. Sobre todo, a los hijos propios, porque sobre la educación de los críos de los demás siempre tenemos objeciones y mejoras, claro. Es facilísimo decir, por ejemplo, «ese niño es que está muy mimado, necesita más mano dura». O, por el contrario, «es que esos padres son tan estrictos que tienen a la niña asfixiada».