La captura de un fugitivo no es fruto de la casualidad, sino de meses, incluso años, de investigación, paciencia y análisis psicológico. Detrás de cada detención hay un minucioso trabajo policial que busca explotar el punto débil de quien intenta escapar de la justicia: la necesidad humana de contacto. Así lo explicó Fernando González, inspector jefe de la sección de Fugitivos de la Policía Nacional, en una entrevista en La Linterna, donde detalló cómo los agentes logran localizar a quienes creen haber desaparecido para siempre. El caso más reciente que ilustra esta estrategia es el de Álvaro Pasquín Mora, un madrileño de 33 años buscado desde 2020 por agresión sexual. Pasquín, hijo de un empresario y hábil con los ordenadores, llevaba cinco años escondido en un cobertizo de Colonia Jardín (Madrid), donde sobrevivía gracias a negocios digitales con empresarios chinos. Su error, como reveló González, fue no poder resistirse a mantener algún vínculo con su vida anterior. "Al final, el fugitivo rompe con todo, pero es un ser humano. Necesita contacto, rutinas. Ese desliz es lo que aprovechamos", afirmó el inspector. González subrayó que no existe un perfil único de fugitivo, pero sí un patrón común: tarde o temprano, casi todos caen en la necesidad de reconectar con su pasado. "El momento de la huida es una ruptura radical, pero el desgaste psicológico les lleva a cometer errores. Puede ser un mensaje, una llamada o, como en este caso, una actividad que delate sus hábitos anteriores". Pasquín, por ejemplo, seguía usando sus habilidades informáticas para operar en la clandestinidad, lo que terminó por delatarle. La investigación comenzó cuando la unidad de Fugitivos incluyó a Pasquín en la campaña Los 10 más buscados, destacando sus llamativos tatuajes, entre ellos, la frase "La suerte está echada" en el pecho. Aunque la Policía lanzó una alerta en playas y piscinas, creyendo que podría refugiarse en zonas turísticas, la pista decisiva llegó por una colaboración ciudadana que lo situó en Madrid. "Él pensaba que su delito iba a prescribir el 31 de julio. No contaba con que estábamos tras él", explicó Darío Varela, inspector del caso. González destacó que la clave para localizar fugitivos como Pasquín —o como el narcotraficante gallego Baltasar Vilar Durán, aún en busca y captura— es "entender cómo piensan". "Los más difíciles son los emocionalmente inteligentes, los metódicos. Pero incluso ellos caen". Un ejemplo fue el caso del Pollo Carvajal, exjefe de inteligencia venezolano reclamado por EE.UU., quien, pese a su disciplina extrema, fue detenido en Madrid tras publicar en redes sociales. "Su ego le traicionó", admitió González. Otro factor crucial es la cooperación internacional. El inspector recordó la reciente captura en Portugal de un homicida fugado desde 2017, quien montó un taller clandestino de motores bajo identidad falsa. "Sin la colaboración de la policía portuguesa, no habría sido posible". Tras la detención de Pasquín, solo quedan cuatro nombres en la lista de Los 10 más buscados: Baltasar Vilar Durán, narcotraficante gallego condenado a 45 años, experto en transportar droga desde Colombia. Alberto Severo de Sousa Madureira, buscado por un asesinato en Barcelona en 2024. Segundo Cousido Viites, acusado de abusos sexuales a menores. José Manuel Canela Vázquez (Ferramache), capo del hachís en Huelva. González concluye con un mensaje claro: "Nadie desaparece para siempre. Siempre queda un hilo que tirar". Y, en el caso de Álvaro Pasquín, ese hilo fue su incapacidad de vivir completamente aislado. Como rezaba su tatuaje, su suerte estaba echada.