La corrida de La Ventana del Puerto, con un único toro de Puerto de San Lorenzo, permitió disfrutar de una tarde sólida en Santander. Con matices de comportamiento y diversos grados de exigencia, el encierro mantuvo el interés general, y los tres toreros supieron estar a la altura. Marco Pérez, que reaparecía tras su percance hace un mes en Alicante, fue el triunfador del festejo, con una oreja de cada uno de sus toros, en una tarde en la que Talavante y Emilio de Justo también se fueron con el reconocimiento de la afición tras cortar un trofeo por coleta. Marco Pérez abrió su tarde con un toro del Puerto de San Lorenzo, el único del hierro titular en todo el encierro, protestado de salida por su escaso trapío. Su comportamiento fue tan poco definido como su presentación: abanto, sin celo y con tendencia constante a rajarse por el pitón derecho. A pesar de ello, el joven salmantino mostró determinación y oficio para sostener una faena en la que la disposición fue más valorada que el resultado artístico. Logró mantener cierta ligazón y emoción en el tendido con muletazos que prolongaban viajes deslucidos. Una estocada efectiva le permitió cortar la primera oreja de la tarde. En el sexto, el salmantino volvió a demostrar su carácter. El toro, acodado de pitones y con escaso fondo, apenas dijo nada en su embestida. Marco lo cuidó en los inicios, con series a media altura y toques suaves para alargarle el viaje, pero el animal nunca rompió. Pese a la falta de emoción, el salmantino mantuvo la firmeza, remató con manoletinas ajustadas y mató al segundo intento. El público, generoso con la actitud del torero, pidió un trofeo que el palco concedió sin demasiada discusión. Alejandro Talavante se enfrentó en primer lugar a un toro bien hecho, de nobleza medida y que ofreció opciones especialmente por el pitón derecho. El extremeño trazó con limpieza y sobriedad una faena sin alardes, bien resuelta técnicamente pero algo falta de conexión con los tendidos. Al natural, la embestida fue más deslucida y menos entregada. La labor fue bien acogida, aunque sin entusiasmo. Mató de estocada seguida de descabello y saludó una ovación desde el tercio. Mayor expresión y conexión tuvo su actuación frente al cuarto. Un toro más suelto de carnes pero con embestida encastada y franca en el último tercio. Talavante comenzó en el centro del ruedo con pases cambiados de rodillas, para luego alternar series profundas con toques más populistas: molinetes, trincherillas y muletazos mirando al tendido. El conjunto mantuvo el pulso del público, y una estocada muy tendida rubricó una faena que desató una petición mayoritaria de dos orejas. El presidente, más contenido que el tendido, concedió sólo una acertadamente. Emilio de Justo lidió en segundo lugar un toro serio, con volumen, que ya desde el primer tercio evidenció sus querencias por dentro y su escasa claridad. En la muleta ofreció algo más de recorrido gracias a las inercias, pero cuando estas cesaron, apareció la aspereza. El extremeño, fiel a su estilo, se aplicó con pulso y sinceridad, hasta que al entrar a matar con determinación fue cogido, sufriendo una herida en la cabeza. El rostro ensangrentado no impidió que el toro rodara pronto tras la estocada. Cortó una oreja de peso. Cerró su tarde con el quinto, un toro de buena estampa y mejores intenciones, aunque de fondo limitado. Lo recibió de rodillas con una larga cambiada en el tercio y fue volteado de forma fea en el galleo por chicuelinas. Tras recomponerse, toreó con pulso desde el inicio por alto y construyó un trasteo medido al natural, en el que el temple y el sentido de los tiempos marcaron los mejores momentos. Una pena que el pinchazo y el golpe de descabello enfriaran la petición, que quedó solo en una ovación con saludos, premio que pareció escaso para lo realizado.