Llorando, con las emociones a flor de piel, miraba Bruno Aloi doblar a Lagartijero. Se volcó en la suerte a matar o morir con el cuarto toro (novillo de edad, pero con más cara que muchos cinqueños), sufriendo una fortísima voltereta. Ni se miró ni un gesto hizo, pero no podía evitar la emoción, sabiendo que la primera oreja de la final iba a sus manos, tras pasar un mal rato con el incierto cuarto. Y, como siempre le pasa al mexicano, los elementos estuvieron en su contra. Esta vez, en forma de un viento que complicó y deslució todas las faenas de la noche. Le faltó poderle al de Guadaira, pero no faltaron valor y compromiso, postrándose de rodillas... Ver Más