Juana está desquiciada, miente, denuncia falsamente, manipula a sus hijos, mientras el padre condenado por violencia machista contra ella, imputado por agresión a su propio hijo, es un señor víctima del feminismo radical. Juana Rivas no cae bien, no ha ganado el relato público, se le ve una mujer débil porque siempre está llorando, rodeada de otras comadres que la manipulan, y montando espectáculo. Es curioso que a la misma mujer que se le achaca que está mal asesorada y es muy influenciable, se le atribuye el poder de modificar el juicio a sus hijos, uno mayor de edad y el menor que debe volver con su padre. Se equivocó sustrayéndolos y huyendo de Italia, y posteriormente en la estrategia procesal es evidente que la otra parte es más eficaz y poderosa. El padre mantiene la imperturbabilidad en las entrevistas que concede, porque también ha espectacularizado este drama de custodias impuestas.