Es curioso cómo el debate sobre el CV de Noelia Núñez ha derivado en qué tipo de formación hay que exigir o no a los políticos para entrar en política. Noelia Núñez, por arte de magia, con 33 años y mientras llevaba toda la vida en política, desde los 18, había logrado terminar 3 grados . Un ejemplo más de esos políticos, de uno y otro lado que tienen un afán desmesurado por engordar su formación sin pisar las aulas. Cada carrera supone horas de estudio, horas de dedicación. Si, además, a eso le sumas una actividad intensa en política, era admirable que lo hubiese logrado. Pero nadie se extrañó, todo el mundo, incluido su partido, lo dio por bueno. No pidió nada más excepto su palabra. Hay quien está tachando de clasista eso de que tengan una licenciatura. Hay quien defiende que, para dedicarse a lo público, poco menos que no hace falta estudiar. Hombre…A ver. Un mínimo de conocimientos, sí, por favor. Un mínimo de formación, sí, por favor. Un mínimo de sé de lo que hablo, sí por favor. No digo que todos sean abogados, ni politólogos, ni economistas pero, un mínimo sí. Porque el Congreso y la política en general, se nos ha llenado de gente que no ha tenido ningún oficio ni trabajo fuera de la política. Se nos ha llenado de auténticos profesionales de…hablar de política sin haber gestionado absolutamente nada antes. Y así nos va, claro. A Noelia Núñez le pudo eso de rellenar casillas con formaciones que quedaban muy bien en el papel, que daban una sensación de solidez, especialmente, cuando le tocara atacar al de en frente. Ella ha dimitido y le honra. Pero sólo lo ha hecho cuando le han pillado. Antes se ha paseado por decenas de platós dando por bueno ese currículum, sin despeinarse. Hablando de sacrificios. ¿Sacrificios? Creo que con 33 años ya padece el mal de la política: vivir alejado de la realidad de los que representas. Porque quienes sí han estudiado una carrera, un grado, han hecho un máster y han metido muchas horas en la biblioteca saben lo complicado que es luego encontrar un trabajo, pagarse un alquiler, vivir con ese sueldo…Y muchos lo han hecho mientras trabajaban de lo que podían. Estudiaban y trabajaban. Hacían sacrificios, reales. La mentira y la política han convivido demasiado bien durante demasiado tiempo. Diría que se han aliado de tal forma, que lo han convertido casi en una especialidad y han encontrado auténticos profesionales de ello. Sigo todavía pasmada con el aplomo con el que Santos Cerdán repetía ante las cámaras días antes de entrar en prisión que estaba tranquilo y que todo se aclararía ante el juez. Sigo pasmada. Hay que estar hecho de otra pasta para mantener ese aplomo, para seguir defendiendo tu inocencia. Mentir sale demasiado barato. Nadie se ruboriza, ni avergüenza. Al revés. Ayer escuchaba en redes hablar sobre la exigencia, el listón ético que debemos imponer a los políticos. Yo, a estas alturas, con que no mientan me conformaría. Con que dijeran la verdad sería ya un gran paso. No es pedir demasiado.