El eslogan, escrito en mayúsculas en un trozo de cartón, es como una bofetada: “¡Mi padre no murió por esto!” , se lee en el cartel que Vitalii llevó el martes por la tarde a la manifestación en Kiev contra la reforma legislativa que debilita la lucha contra la corrupción, el primer movimiento de protesta de tal magnitud desde el inicio de la invasión , en 2022. El padre de Vitalii murió el 9 de mayo de 2023 cerca de Bajmut, en el Donbás, mientras luchaba contra Rusia en las fuerzas armadas ucranianas. «Se alistó el primer día», confiesa su hijo. “Quería que su familia estuviera a salvo del régimen autocrático ruso, que no conoce más regla que la fuerza. Lo que vemos hoy en Ucrania es un intento de consolidar el poder en manos de un pequeño grupo de personas . Exactamente lo contrario de lo que quería mi padre.” Como muchos otros en estas manifestaciones, Vitalii, con quien Mediapart habló extensamente en 2024, establece un vínculo directo entre las dos luchas: contra la agresión rusa y contra las amenazas internas. Ambas ponen en peligro la democracia y el Estado de derecho, que la sociedad está decidida a defender. En Kiev, a pesar de que solo se avisó con unas horas de antelación, el martes por la tarde se congregaron varios cientos de personas frente al teatro nacional Ivan Franko, muy cerca de la sede de la presidencia, tal como había sugerido un veterano en las redes sociales. El miércoles por la tarde volvieron a reunirse varios miles de manifestantes. Se lanzaron convocatorias para manifestarse en más de quince ciudades de todo el país . Esas convocatorias tuvieron eco incluso en Járkov y Sumy, dos ciudades que, sin embargo, se encuentran bajo el fuego diario del ejército ruso. En Zaporiyia, también cerca del frente, se reunieron unas cien personas en el segundo día de protestas, y eran unas 500 en Dnipro y Odesa. En Leópolis, la gran ciudad del oeste, la policía contabilizó al menos 1.500 participantes. En la concentración de Kiev, la indignación proviene en parte del método empleado por el Gobierno: una ley modificada a escondidas para introducir en el último momento cambios significativos en la organización de la lucha contra la corrupción, cuyos dos órganos principales pasan a depender del fiscal general, nombrado por la presidencia. “Solo les llevó unas horas aprobar esta ley”, lamenta Anna, de 27 años. “No pudimos oponernos, todo se hizo demasiado rápido, es muy preocupante”, coincide Oleksander, un programador de 24 años envuelto en una bandera azul y amarilla. “La forma en que han aprobado esta ley... es una falta de respeto hacia nosotros, hacia la sociedad . Queremos demostrarles que queremos que se nos respete y que lo conseguiremos, cueste lo que cueste”, promete Kristiana. El principal eslogan de la primera noche, que instaba a Zelensky a no firmar la ley, no fue escuchado por el presidente, que la promulgó inmediatamente tras su aprobación por el Parlamento. El miércoles por la noche, la petición cambió ligeramente: “¡Anulen la ley!”. La promesa de presentar una nueva ley para reforzar la independencia y la eficacia de la lucha contra la corrupción, hecha el miércoles por la noche por el jefe del Estado, no convenció a casi nadie. Entre la maraña de pancartas que flotan sobre las masas, algunas defienden explícitamente a los órganos afectados por la reforma: “Den independencia al Nabu [el servicio de investigación, ndr] y a la Sapo [la sección especializada de la fiscalía, ndr]”, “No toquen al Nabu”. Pero nadie se hace ilusiones: “El Nabu no es perfecto. Solo que era independiente y lo necesitamos”, precisa, por ejemplo, Oleksander, en consonancia con otros participantes, críticos con el funcionamiento general de la lucha contra la corrupción. Más que esas instituciones, lo que los manifestantes quieren proteger es el símbolo que representan y el ideal que encarnan. Porque detrás de esta reforma de apariencia tecnocrática se esconde una liquidación de los logros de la Revolución de la Dignidad de 2014. En un editorial mordaz , Sevgil Musayeva, redactora jefa de uno de los medios de comunicación más influyentes del país, el Ukrainska Pravda, resumió en pocas frases este sentimiento general: “No se trata de un simple cambio de tutela. Tampoco de una enmienda técnica, como se nos quiere hacer creer. Se trata del desmantelamiento de la infraestructura anticorrupción creada tras la revolución de la Dignidad por la sociedad civil, gracias a la presión de los socios internacionales y a petición de los ucranianos que querían un Estado honesto y transparente.” “Hoy se ha traicionado esa opción”, prosigue, para denunciar “el inicio de una deriva autoritaria del poder”. “Nuestros padres estuvieron en Maidan , ahora nos toca a nosotros”, afirma con vigor Kristiana. Como la mayoría de los manifestantes, tiene menos de 30 años y en 2013 era demasiado joven para participar en la revuelta que derrocó al presidente prorruso y autocrático de entonces. Pero ve una continuidad entre ese movimiento y las manifestaciones que están surgiendo: “Luchamos por la independencia de Ucrania, por un Gobierno honesto, por un país en el que podamos confiar. En estos tiempos difíciles, no podemos permitirnos ninguna debilidad dentro de nuestro sistema. Necesitamos transparencia para asegurarnos de que el frente se mantiene firme frente a nuestro enemigo, y debemos apoyar al frente. No vamos a transigir en nuestros valores, queremos respeto y lo conseguiremos”. El miércoles por la tarde, la protesta fue más allá del mero cuestionamiento de la reforma de la organización de la lucha contra la corrupción. “¡El pueblo hace la ley!”, “¡Vergüenza! ¡Vergüenza! ¡Vergüenza!”, “Somos muchos, no podéis derrotarnos” (un eslogan heredado de la Revolución Naranja de 2004), repiten los manifestantes. A los pies del palacio presidencial, cuyas ventanas a oscuras se ven tras el perímetro de seguridad cerrado con alambre de espinos, la manifestación recuerda ruidosamente a la cúpula del Estado que no podrá gobernar sin la sociedad. Si bien la ausencia de elecciones es ampliamente aceptada, debido a las limitaciones legales y materiales relacionadas con la organización de unos comicios en plena guerra, la nueva generación establece un límite al poder en un momento en que el país debe luchar, a costa de numerosos sacrificios, por su supervivencia y su independencia. Traducción de Miguel López