El arzobispo de Santiago denuncia que se politice la migración o el acceso a la vivienda, y llama a los políticos a "erradicar la corrupción"

El arzobispo de Santiago de Compostela, Francisco José Prieto, ha lanzado un mensaje de esperanza pero sin rehuir de la crítica a las injusticias sociales, la indiferencia o el sufrimiento humano en su homilía de la misa celebrada en la Catedral con motivo del Día del Apóstol. “Vivimos tiempos de cambio, de preguntas, de temores”, ha recordado el arzobispo de Santiago, recordando que los cristianos “no están llamados a cerrar los ojos ante los problemas del mundo”, sino a abrazarlos “con compasión”. Francisco José Prieto ha reclamado que la Iglesia y la sociedad pongan “al ser humano en el centro y en el corazón de las instituciones”, y ha alertado contra los peligros de una globalización que ahogue las diferencias. “Procuremos unidad de las diferencias y unidad en las diferencias. Lo singular y peculiar no nos debe asustar”, ha proclamado. El arzobispo de Santiago ha dedicado buena parte de su homilía a poner voz a quienes sufren en silencio, denunciando realidades que desgarran el tejido social, como la guerra, la exclusión, la soledad o la precariedad. “El discípulo de Cristo no puede vivir de espaldas a quienes hoy sufren la guerra, la exclusión, el desarraigo, la falta de oportunidades o la soledad”, ha señalado con rotundidad. A lo largo de su alocución, ha insistido en que la esperanza cristiana no es “un optimismo barato”, sino una confianza radical en la promesa de Jesús: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Pero esa esperanza, recalca, debe traducirse en acción: “Aunque no podamos cambiar el mundo entero, sí podemos transformar nuestro entorno con gestos concretos: acogiendo, acompañando, compartiendo, denunciando lo injusto, sembrando reconciliación”. En este sentido, Prieto ha cargado contra la instrumentalización política de los migrantes. “Es inaceptable utilizar a los migrantes o refugiados como arma política, cuando ya acumulan dolor por el desarraigo y el abuso de las mafias”, ha denunciado, exigiendo una acogida “desde una perspectiva legal y fraterna”. A su vez, ha reivindicado también la necesidad de dar respuesta a las “dificultades para acceder a la vivienda para mujeres jóvenes y familias”, al tiempo que ha alertado sobre “las heridas causadas por las adicciones que tanto esclavizan la libertad y la dignidad”, o sobre la violencia ejercida “contra niños y mujeres”. En un mensaje a la clase política, el arzobispo de Santiago les ha instado a anteponer el servicio al interés común por encima de las divisiones ideológicas. “Instamos a quienes ejercen responsabilidades políticas a que dediquen sus mejores esfuerzos a las exigencias del bien común y al compromiso de construir una sociedad pacífica, fundada en la verdad, la justicia y la libertad”. Además, llama a “erradicar cualquier forma de corrupción es una tarea seria, ya que su existencia constituye un obstáculo para el bien común… un pecado que afecta la dignidad humana”. Por otro lado, se ha referido a las tragedias humanitarias que sacuden al mundo, en especial en Gaza y Ucrania: “Las guerras que asolan la verdad, la justicia y la vida… llevan el nombre propio de barbarie, en palabras del Papa León XIV. Pongamos fin a esta dramática situación humanitaria”. De esta manera, ha llamado a la paz “basada en el derecho y la dignidad”, y a construir una Iglesia que sea “un hogar para todos, especialmente para los descartados”, que no pregunte “por el estatus legal, la procedencia o el éxito”, sino que “mire con los ojos de Cristo y acoja con los brazos del Padre”.