Cuando planeamos unas vacaciones, lo más habitual es que filtremos los hoteles por precio, ubicación o, sobre todo, por las reseñas. Queremos que nos digan si el desayuno está bien, si el colchón es cómodo o si el wifi llega a la habitación. Pero hay algo que muchas veces se nos escapa al elegir alojamiento: la posibilidad de dormir en un sitio con historia.