Viajamos a otra década, a otro siglo, a otro tiempo. Volvimos a las esencias del toreo clásico con un toro bravo. Como si nuestras retinas rebobinaran hacia la mágica época de El Cid y Victorino, de Victorino y El Cid. Retumbó a las ocho y cuarto de la tarde aquella frase inmortal del viejo Martín Andrés: «Que me perdonen los demás, pero como El Cid ninguno». Y recordamos entonces al abuelo y a todos los que recorrieron miles de kilómetros para ver el tándem de aquellos maravillosos años, potenciados ahora por Martín García de premio en premio. Y de nuevo en un cruce de (4)Caminos con El Cid: antológica su faena al excelso Vengativo. Con su mano dorada se plantó... Ver Más