A pesar de los años complicados que estamos viviendo con la pandemia, el estrangulamiento de las cadenas globales de suministros, las tensiones inflacionistas o las veleidades –al menos en apariencia– de Trump, lo cierto es que la situación de las cuentas públicas de Navarra bien puede calificarse de saludable. Algo que no es predicable de buena parte de las comunidades autónomas o de la Administración Central del Estado. Sin embargo, y a pesar de una capacidad financiera y de decisión elevada, aunque limitada, Navarra se ve sujeta –sometida– a unos criterios que coartan su margen de maniobra y pueden llegar a constituir un verdadero dogal. Ello tiene que ver con las reglas fiscales europeas y la denominada regla de gasto.