Cómo cuidar la salud emocional en tiempos de sobrecarga informativa

El exceso de información y desinformación se ha convertido en una nueva forma de ruido. No se trata solo de cantidad: es la velocidad con que los mensajes llegan y se multiplican, dejando poco espacio para discernir. Esta saturación digital erosiona la atención y altera la manera en que se entiende el mundo. La sobrecarga informativa no surge solo por cantidad de mensajes, noticias, memes, sino por la falta de filtros, de pausas y de propósito al exponerse al flujo digital.El bienestar digital inicia con el reconocimiento de que la atención vale más que el tiempo. Sin atención, una lectura no se comprende, una conversación no crea vínculo, una decisión pierde criterio. Por eso propongo tres ejes simples y profundos: presencia, propósito y límites.Presencia significa prestar atención al momento. Antes de abrir una app, deténgase. Respire tres veces. Pregúntese qué busca: informar, aprender, acompañar una causa o solo matar el tiempo. Esa pausa crea un espacio de libertad. Con ella, el impulso cede y la elección pesa más. Al leer una nota, haga una lectura completa. Cierre otras pestañas. Evite saltos. Cuando una emoción fuerte aparezca, nombre esa emoción: miedo, enojo, tristeza. Ponerle nombre reduce su intensidad y evita respuestas precipitadas.Propósito, en el ámbito de la cultura digital, significa alinear el consumo de información y conocimiento con valores y metas. La pregunta correcta no es: “¿Cuánto leí hoy?”, sino: “¿Para qué leo esto?”. Quien define su propósito de vida y lo lleva incluso al plano digital, se desgasta menos. En mi trabajo en el Instituto del Propósito y el Bienestar Integral de Tecmilenio he visto cómo una intención clara ordena el día y baja la ansiedad. Un ejemplo práctico: elegir dos temas centrales por semana y profundizar en ellos. El resto pasa a lista de espera.Límites significan reglas claras que protegen la mente. Propongo ventanas de información: dos o tres momentos del día con tiempo definido para ponerse al tanto. El resto queda para estudio, trabajo, descanso o convivencia. Silencie alertas no esenciales, retire banners en pantalla y apague el teléfono una hora antes de dormir. El sueño repara, pero la pantalla nocturna lo sabotea. Otro límite útil: ningún debate después de las 10 de la noche. A esa hora, la emoción gana y la razón pierde.La sobrecarga informativa no solo afecta el ánimo; también altera la percepción de la realidad. El algoritmo premia lo que provoca reacción intensa, no lo que explica mejor. Esa lógica invita a vivir en modo alarma permanente. Para salir de ahí, ayuda una dieta informativa sostenible. ¿Cómo se ve? Menos titulares, más reportajes. Menos opiniones airadas, más datos comparables. Menos scroll, más lectura larga. Menos “me dijeron”, más documentos.En casa, el bienestar digital también se educa con el ejemplo. Hijas e hijos aprenden más al mirar que al escuchar. Si ven a un adulto que guarda el teléfono a la hora de comer, que apaga notificaciones en la noche, que verifique antes de compartir, crecerán con ese estándar. Propongo tres rituales familiares sencillos: comidas sin pantallas, sobremesas con una sola noticia para comentar a fondo y un cierre del día que incluya gratitud, respiración y plan para mañana. No se necesita perfección; sirve la consistencia.El trabajo no escapa a esta conversación. Muchas personas confunden estar informadas con estar disponibles. Son cosas distintas. Estar disponible para cualquier mensaje a cualquier hora produce fatiga y errores. Estar informado con método produce criterio y calma. Un acuerdo mínimo ayuda: correos en horarios definidos, chats laborales con normas claras y tiempos de respuesta que respeten a la persona. La productividad mejora cuando la atención no vive en alerta.La ética también importa. Cada vez que alguien comparte una noticia sin verificar, pone en riesgo la dignidad de otra persona y la paz de una comunidad. La regla es sencilla: si el contenido expone a menores, no comparta; si acusa, busque fuentes; si humilla, no amplifique. La empatía no obstruye el pensamiento crítico; por contrario, lo orienta hacia el respeto, la compasión y la comprensión profunda.Cuidar la salud emocional en tiempos de sobrecarga exige disciplina amable. No se trata de huir de la realidad, sino de mirarla con serenidad y con método. La presencia conduce a la claridad. El propósito nos brinda dirección. Los límites devuelven paz. Con estos tres ejes, la vida digital deja de desgastar y vuelve a ser un espacio para aprender, decidir y relacionarse mejor.MGR