Uno de los mejores momentos en 2003 se dio cuando, desde Guadalajara, llegó a nuestras manos el disco de Harlem Jazz Tapatrío; un epé hardbopero cocinado por dos chavales que todavía no cumplían los veinte años y un cincuentón, el Pichón Muñoz, que había cobrado fama como bajista del célebre Carlitos de la Torre. Diego Escobar estaba en la batería y Tom Kessler se encargaba de la guitarra y las composiciones: una serie de trazos melódicos y discretas progresiones (por momentos deslumbrantes), que partían de la tradición del bop y se enclavaban en la originalidad de su propio discurso.