Elena Gutierrez Los llamados "agachados" no eran un platillo, sino una manera de comer que se volvió muy común en las ciudades mexicanas. Se trataba de fondas o puestos callejeros en los que, por no contar con sillas ni mesas, la gente comía en cuclillas o sentada en banquetas. De esa imagen nació el nombre. Estos espacios ofrecían comida sencilla, abundante y barata, pensada para trabajadores y personas que necesitaban alimentarse rápido sin gastar demasiado. ¿Qué es comer “agachado”? Comer “agachado” se refería tanto a la postura de los clientes como al tipo de experiencia que se vivía en estos lugares. La gente pedía su guiso servido directamente de una cazuela o una olla y lo comía sentada en la banqueta, en un escalón o en cuclillas. Era un momento breve, pero compartido, pues los puestos reunían a varios comensales a la vez. La comida era servida sin complicaciones, en platos sencillos, y el ambiente era cercano y comunitario. Así, “los agachados” se volvieron sinónimo de comida rápida, casera y accesible para todos. Origen de comer “agachado” El crecimiento de las ciudades mexicanas, sobre todo de la capital, fue el escenario en el que aparecieron los agachados. Con la llegada de miles de personas del campo a la ciudad, la industrialización y la falta de tiempo para regresar a casa a comer, surgió la necesidad de puestos que dieran comida barata y abundante. Estos comederos comenzaron a notarse desde finales del siglo XIX, y durante buena parte del siglo XX se volvieron parte de la vida cotidiana de los mercados, barrios y calles. Además de la cuestión económica, la carencia de mobiliario y de espacios preparados para comer también influyó. Por eso lo más común era comer de pie o en cuclillas, lo que terminó marcando la identidad de estos lugares y dándoles el nombre que los distingue. ¿Qué comían los agachados? La comida que se servía en los agachados era la de todos los días: guisados de carne con salsa, arroz, frijoles, sopas, caldos como el de res o el menudo, además de tamales y antojitos al comal. La preparación era práctica: se cocinaban grandes cantidades en cazuelas y ollas, listas para servirse rápido con un cucharón. Los clientes no esperaban mucho, pagaban poco y recibían raciones generosas que llenaban y daban energía para continuar la jornada. Este tipo de organización hizo que muchos guisos caseros pasaran al espacio público. Recetas familiares y sabores regionales se compartieron en las calles, lo que permitió que se difundieran y se mantuvieran vivos en la memoria culinaria de la ciudad. Los agachados no solo fueron sitios para comer, también se convirtieron en espacios de convivencia. Obreros, estudiantes y vecinos se reunían en ellos para compartir la hora de la comida, intercambiar noticias y convivir. De esta forma, fueron puntos importantes en la vida social de las comunidades urbanas. En lo cultural, los agachados ayudaron a que la comida casera y sabrosa estuviera al alcance de cualquiera, sin importar su nivel económico. Esa democratización de la cocina popular es lo que hoy se refleja en la importancia de la comida callejera mexicana, reconocida incluso como parte de la identidad nacional y como un atractivo para visitantes. Con el paso del tiempo, muchos de estos puestos dieron origen a fondas , locales en mercados o pequeños restaurantes , pero el espíritu de servir rápido, barato y con sazón sigue presente. Los agachados forman parte de la historia de la cocina popular mexicana. Entender su historia es reconocer cómo los sabores caseros se adaptaron al ritmo de la ciudad y cómo, aún hoy, las fondas y los puestos mantienen vivo ese legado. No te pierdas este video: Contenidos Relacionados: ¿Qué es una fonda? Conoce el origen de estos establecimientos ¿Por qué se llama “comida corrida”? La historia detrás de estos platillos y preparaciones Fonda Margarita: la historia del lugar más famoso para desayunar en la CDMX