Los desterrados de ‘Ultramar’

El otro día, aprovechando que el cielo dio una tregua, llegué a El Colegio de México, en el camino al Ajusco, institución que en sus primeros años sirvió de refugio para los intelectuales españoles republicanos. En la explanada principal del edificio diseñado por Teodoro González de León (como sus vecinos, que albergan la casa matriz del Fondo de Cultura Económica y la Universidad Pedagógica Nacional) estaba repleta de libros publicados por sus distintos centros de estudios (todos de ciencias sociales y humanidades), con el 50 o el 70 por ciento de descuento. Así que no tuve más remedio que darme un atracón bibliográfico.Husmeando con paciencia en todas las mesas de exhibición me encontré, por ejemplo, con títulos (que ahora están en mi biblioteca) como Borges en México: un permanente diálogo literario, La ciudad neoliberal, Ensayos sobre crítica literaria, Los pijos de Madrid e Historia mínima de la literatura mexicana. Pero se me salieron los ojos y empecé a brincar de felicidad cuando me topé con la edición facsimilar, acompañada de un estudio introductorio de James Valender, del primer y único número de la revista Ultramar. Al profesor Valender lo conocí el año pasado en la Residencia de Estudiantes de Madrid, cuando él fue a presentar su libro Escenas del exilio español en México, un anecdotario de 30 escritores hispanos “de primera línea” que recalaron en México. Valender es un inglés afincado en México desde 1977 y enseña literatura española en El Colegio de México desde 1989. Según él, una vez que quedó claro que España estaría un buen tiempo bajo el yugo de Franco y que, por lo tanto, el exilio sería largo, Ultramar fue uno de los grandes esfuerzos de la élite intelectual de los desterrados para mantener viva la tradición cultural española, para dialogar e integrarse al país que los acogió y para asumir de una vez por todas que su patria era la lengua española.La revista se editó en junio de 1947, bajo la dirección de Juan Rejano, con una portada elegante de tintas verde y negra, sobre papel marfil, e ilustrada con obras de dominio público y con dibujos hechos especialmente para la publicación. En sus 32 páginas hay artículos sobre literatura, ciencia y arte, escritos por autores españoles y latinoamericanos, como Alfonso Reyes, Ermilio Abreu Gómez, Pedro Bosch, José Moreno Villa, Adolfo Salazar, Max Aub o Luis Cardoza y Aragón. Está lo cosmopolita, lo vanguardista, lo nostálgico y hasta lo épico. Impacta la foto de un hombre mutilado por la guerra civil en España, cuyo pie dice: “Toro o roca, huracán o tromba, lo hirió la traición pero no pudo reducirlo la muerte. Como la España por la que peleó y sufrió, sólo está encadenado a medias. Porque un día, con los dientes, con el espíritu hecho acero, ganará la victoria”. También está un extraordinario perfil del pintor José Gutiérrez Sola, firmado por Miguel Prieto, y una amplia sección con las reseñas de los actos culturales y políticos llevados a cabo por los exiliados españoles en casi todos los países del continente americano.Si Ultramar era un proyecto ambicioso, estaba tan bien hecha y agrupaba a buena parte de la intelectualidad hispana, ¿por qué se publicó sólo una vez y desapareció? En su estudio introductorio, el profesor James Valender ofrece tres hipótesis: falta de dinero (“producir una revista mensual como ésta no es tarea sencilla”), al ser nombrado director de El Nacional Fernando Benítez invitó a varios de los colaboradores de Ultramar a la naciente Revista Mexicana de Cultura y, finalmente, las contradicciones en la orientación de la revista. Al principio se ideó un espacio hispanoamericano capaz de “aglutinar a las distintas facciones intelectuales del exilio en un frente unido”, luego se dijo que el principal objetivo sería “la creación cultural” y después que se “fomentaría la lucha política contra Franco”. Por eso los redactores y colaboradores de la revista se dividieron y jamás volvió a editarse.El propio Juan Rejano explicó así lo sucedido: “el destino de las publicaciones periódicas literarias es casi siempre triste. Nacen bajo un relámpago de entusiasmo y, tras una vida difícil, suelen morir después de la peor manera: entre el silencio y la indiferencia”.Ultramar fracasó, sí, pero dejó un puñado de textos de gran vigor artístico y un valioso testimonio del exilio español que me ha encantado encontrar.AQ