La Sala del Depósito Legal de la Biblioteca de México es un espacio funcional y de acceso sencillo. La Biblioteca de México, ubicada a un costado del metro Balderas, ya cuenta con la esperadísima Sala del Depósito Legal, un espacio donde cualquier lector puede acceder gratuitamente a cientos de libros de reciente publicación, entre novelas, antologías de cuento, ensayos, crónicas, libros de historia y textos académicos. La única condición es que éstos no pueden ser fotografiados ni escaneados para evitar la piratería. Es común que toda biblioteca sea vista como un repositorio de ejemplares viejos, incompletos, desvencijados y desactualizados. Sin embargo, tras la aprobación de la Ley General de Bibliotecas, el 1 de junio de 2021, se formalizó que todos los editores y productores de libros, discos, partituras, cintas y mapas, en formatos impreso, electrónico, analógico o digital (distribuidos para su comercialización o difusión gratuita en el país) tienen que entregar dos ejemplares a la Biblioteca de México, dos a la del Congreso y otros dos a la Biblioteca Nacional de México (UNAM). En el caso de la biblioteca de Balderas, las autoridades abrieron dicha sala en marzo pasado, tres años después de lo prometido. Ayer visité dicho espacio, que no es el mejor ventilado ni el más iluminado del inmueble, pero tiene la virtud de ser funcional y de acceso sencillo. Uno puede ingresar a la Sala General, ubicar la computadora donde está el catálogo, entrar a la base de datos y dar clic en “Depósito Legal”, donde cada quien puede buscar el título o el autor de su preferencia. Hay varias sorpresas. Imagino que este inventario está en actualización permanente, que cada día se cubren algunos olvidos y se agregan títulos de autores que aún no tienen presencia. De momento, se nota claramente un desequilibrio entre creadores y editoriales, y hay ausencias importantes que, a largo plazo, podrían adelgazar la pluralidad en este acervo que nació bajo la generosa idea de ampliar las fuentes de información para los lectores, sin dejar de respetar los derechos de autor. Claro que es posible hallar libros de Gabriel García Márquez , Pedro Ángel Palou, Rosario Castellanos , Francisco Hinojosa , Antonio Muñoz Molina y hasta Siri Hustvedt . Sin embargo, se aprecian lagunas evidentes. Por ejemplo, si usted buscara El invencible verano de Liliana , de Cristina Rivera Garza —registro imprescindible de nuestros días—, no lo hallaría. Tampoco Temporada de huracanes , de Fernanda Melchor, ni algún libro de Valeria Luiselli , Guadalupe Nettel , Laura Esquivel, Han Kang ni Annie Ernaux . Tampoco hay obras de Louise Glück, Svetlana Alexiévich ni Alice Munro , y mucho menos de Álvaro Pombo, Rafael Cadenas, Amos Oz ni de mexicanos como Carlos Velázquez o Jorge Volpi. Mientras que de Juan Villoro apenas hay un par de títulos: El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica y Conferencia sobre la lluvia. No faltará quien pregunte si de casualidad hay libros de Paco Ignacio Taibo II , director del Fondo de Cultura Económica. Sí, hay 10 títulos, entre ellos Sueños de frontera y Todo Belascoarán. ¿A qué se debe tal desequilibrio? Algún día se lo preguntaré a Rodrigo Borja, titular de Bibliotecas, y a José Mariano Leyva Pérez Gay , director de la Biblioteca de México, quienes viven agazapados en su escritorio, libres de preguntas (no se vayan a desgastar). También falta que aclaren en dónde pueden revisarse discos, partituras, cintas y mapas, ¿o eso ya no tiene relevancia? Pienso que esto se debe a dos razones esenciales, a la falta de personal suficiente en la biblioteca para quienes clasifican y catalogan el material que llega periódicamente al almacén del Depósito Legal. O, quizá, a que aún no se aprueba el Reglamento de la Ley de Bibliotecas, por lo que seguramente cada editorial entrega lo que quiere y puede. Columnista: Juan Carlos Talavera Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0