Sin maquillaje/ arlamont@msn.com/ 30 de agosto de 2025

PARA LA BODA/ MARIO E BARBOSA Don Alfredo, en fecha próxima mi hija contraerá matrimonio y me dicen que tengo que decir un discurso. Yo que soy misántropo tendré que pararme delante de 200 personas y decir algo. ¿Puede usted proporcionarme algunos tips de cómo elaborar un breve mensaje? R. Don Mario, calurosas felicitaciones en este evento único. Con gusto le comparto una serie de estrategias: 1. Empiece con una verdad sencilla. No intente ser elocuente desde el primer segundo. Una frase como “No soy hombre de discursos, pero hoy haré una excepción” ya genera empatía y marca su estilo. 2. Evite fórmulas trilladas. Frases como “el amor todo lo puede” o “hoy comienza una nueva etapa” suenan genéricas. Opte por observaciones personales, breves y honestas. 3. Use el humor con mesura. Un toque de ironía puede relajar el ambiente: “Me dijeron que debía hablar… y aquí estoy, obedeciendo por primera vez en años”. Pero evite chistes largos o referencias que puedan incomodar. 4. Enfóquese en su hija, no en usted. El centro es ella. Una frase como “Verla feliz hoy me recuerda que, a pesar de mis manías, algo hice bien” es poderosa y sobria. 5. Reconozca al nuevo integrante sin exagerar. No hace falta decir que es “el hijo que nunca tuvo”. Basta con algo como: “Bienvenido a esta familia que, aunque peculiar, sabe querer”. 6. Sea breve, pero no frío. Un mensaje de dos a tres minutos es suficiente. Lo importante es que cada frase tenga intención. Evite leer, pero si lo hace, que sea con tono natural. 7. Cierra con una frase que deje eco. Puede ser algo como: “Que su vida juntos sea tan libre como su risa y tan firme como su decisión de estar aquí hoy”. No es cursi, pero sí significativo. LA DEUDA Sr. Alfredo La Mont, ¿qué le parece esa idea que está circulando de que la deuda es una especie de esclavitud regulada? R. Doña MarYCarmen, como usted, si está de acuerdo, cada vez más pensadores, comentaristas y figuras públicas sostienen que, en el mundo moderno, la deuda opera como una forma de esclavitud contemporánea. No se trata de cadenas físicas, sino de dependencia económica, presión psicológica y control social. Aunque no equivale literalmente a la esclavitud histórica basada en la propiedad de personas, la analogía busca resaltar cómo el endeudamiento puede limitar la autonomía y perpetuar desigualdades. Millones de personas viven atrapadas en ciclos de deuda difíciles de romper, impulsados por salarios bajos, intereses altos y gastos esenciales que superan los ingresos. A nivel cultural, se ha normalizado el endeudamiento como parte de la vida adulta—tener una hipoteca o financiar estudios se percibe como responsable, aunque implique décadas de pagos. Las consecuencias emocionales también son profundas: culpa, vergüenza y ansiedad refuerzan la conformidad y la disciplina interna. En algunos idiomas, como el alemán, “deuda” se vincula con “culpa”, lo que añade una carga moral al compromiso financiero. Incluso los países pueden quedar atrapados como está sucediendo en países fríenos, del caribe y Latinoamérica que sucumbieron al encanto de “prestamos fáciles” de China. La crisis de deuda en Grecia mostró cómo el endeudamiento excesivo puede comprometer la soberanía económica por generaciones. Algunos críticos señalan que esta “trampa de deuda” es sostenida por instituciones que se benefician de una población enfocada en pagar, consumir y producir, en lugar de cuestionar el sistema. Eso sí: no toda deuda es explotadora. Bien gestionada, puede impulsar el crecimiento personal. Y la esclavitud moderna real—como el trabajo forzado—sigue existiendo y debe distinguirse claramente. La comparación con la esclavitud debe entenderse como una metáfora crítica que denuncia cómo el endeudamiento sistémico puede erosionar la libertad y el bienestar en la vida contemporánea. “La deuda no te encierra entre barrotes, pero sí entre decisiones que ya no son tuyas.” —Anónimo contemporáneo. Columnista: Alfredo La Mont III Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0