Australia rompe con Irán

Estos días la República Islámica de Irán ha estado en el ojo del huracán internacional y no por buenas razones. Más allá de que padece una gravísima escasez de agua y de que su moneda sigue devaluándose a pasos acelerados, acaba de anunciarse que el G3, compuesto por Inglaterra, Alemania y Francia, ha decidido reimponer sanciones al país persa. Ello por el fracaso en las pláticas celebradas a fin de evitar el temido avance en el desarrollo nuclear bélico iraní, que si bien sufrió un golpe demoledor durante la guerra de 12 días librada contra Israel en junio pasado, tiene aún posibilidades de ser retomado y todo indica que así lo pretenden las autoridades iraníes. El otro tema destacado respecto a Irán tiene que ver con sus actividades terroristas tan profusamente extendidas en diversas regiones. Y es que el primer ministro de Australia, Anthony Albanese, decidió esta semana expulsar al embajador de Irán en Canberra y calificar al Cuerpo de Guardias Revolucionarios iraníes como una organización terrorista a raíz de las investigaciones que revelaron que el régimen de los ayatolas fue responsable de ejecutar al menos dos atentados en suelo australiano. Se trató de incendios en una sinagoga en Melbourne y en un restaurante de comida kosher en Sídney. Albanese, en una conferencia de prensa, expresó que se trató de “actos de agresión extraordinariamente peligrosos orquestados por una nación extranjera en suelo australiano… fueron intentos de socavar la cohesión social y sembrar la discordia en nuestra comunidad”. Funcionarios australianos declararon que la decisión de romper relaciones diplomáticas con Irán no se tomó a la ligera, sino a partir de bases firmes producto de sus informes de inteligencia. El terrorismo ha sido un instrumento usado constantemente por el régimen iraní para impulsar su agenda de exportación de la revolución islámica en diversas partes del mundo. Sus enemigos, señalados de manera abierta a lo largo de casi medio siglo, han sido Estados Unidos, Occidente en general y el Estado de Israel, considerando a los judíos del mundo como un apéndice de éste y, por tanto, como un blanco legítimo y hasta necesario. Pero también los diversos componentes del mundo árabe sunnita caen a sus ojos dentro de la misma categoría. Es por ello que instalaciones petroleras de Arabia Saudita han sido sus víctimas ocasionales, lo mismo que locaciones en Baréin, Kuwait y Líbano. El Hezbolá, agrupación libanesa leal a Teherán en razón de su pertenencia al islam chiita, ha funcionado como su brazo armado encargado de llevar a cabo los atentados terroristas en Argentina: el de 1992, que destruyó la embajada israelí en Buenos Aires, y el de 1994, que mediante un bombazo suicida dejó en ruinas el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Para la ejecución de muchos de estos operativos el Cuerpo de Guardias Revolucionarios iraníes ha reclutado personajes del crimen organizado a nivel internacional y a miembros de los cárteles de la droga, comprando la colaboración tácita o explícita de regímenes autoritarios afines, como lo es el de Nicolás Maduro en Venezuela. El uso de criptomonedas para pagar a sus colaboradores le ha resultado conveniente al ser un mecanismo difícil de rastrear. Sin duda, Australia puede considerarse un país perteneciente a Occidente en cuanto a su estructura y forma de gobierno, su cultura nacional y sus interacciones económico-estratégicas. No sorprende así que, a raíz de los atentados terroristas perpetrados en suelo australiano por órdenes del gobierno de Irán, la respuesta esté siendo la de cortar lazos con ese país, cuyo récord en una diversidad de asuntos, es merecedor de francas condenas. Desde una perspectiva de avances civilizatorios es una buena noticia la reducción del espacio de maniobra a esa dictadura cruel que oprime sin misericordia a sus mujeres y a sus minorías, que con base en criterios de fanatismo religioso extremo dicta fatwas (condenas a muerte) como la que ha perseguido al escritor Salman Rushdie a lo largo de su vida, y que tan sólo en 2024 ejecutó a 975 personas, según la Alta Comisionada Adjunta para los Derechos Humanos de la ONU. Columnista: Esther Shabot Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0