La madre del menor denunció primero a la abuela, por abuso; luego al padre, fabulando un secuestro. La Justicia Penal confirmó la inexistencia de ambos hechos y los absolvió, pero el fuero de Familia apañó con su inacción el falso testimonio de la progenitora y “condenó” a un inocente quitándole al niño