Si algo deja claro el mandato de Claudia Sheinbaum al llegar a su Primer Informe es no moverse en zigzag, como exigía Andrés Manuel López Obrador a su movimiento. En el balance destaca su fidelidad al proyecto obradorista y profundizar sus reformas; al igual que el pragmatismo de aquel para hacer concesiones a demandas externas envueltas, a su estilo, en un discurso nacionalista sin pelear con EU. Entre esas dos fuerzas camina, a veces apoyada y otras jaloneada, por una y otra. Ha hecho de un gobierno de continuidad, que no se aparta de los cánones de la 4T y del catálogo de preceptos que recibió con el bastón de mando de su antecesor. La Presidenta destaca por observarlos contra viento y marea ante voces que le exigen romper, sin querer entender que comparte el proyecto, y porque esa definición da estabilidad a su administración y buenos réditos políticos. El principal éxito de su primer año ha sido la política: navegar entre esos dos tótems y lograr reforzar su liderazgo en Morena, y rebajar oposiciones internas; reconducir la estrategia de seguridad sin proyectar cambios bruscos, manejar la relación con EU y acceder a sus exigencias en seguridad y migración sin dejar sabor a subordinación, y sobre todo no pagar consecuencias del débil crecimiento, la dura austeridad del gasto público y la violencia. Las cuentas del principio obradorista “primero los pobres” son clave del respaldo político, aunque persistan carencias en educación y salud. Pero la política social y laboral del salario se mantendrán invariables como principal punto de diferenciación política y de satisfacción de las mayorías con su mandato. Que 13.4 millones de mexicanos salieran de ella es un espejo de las deficiencias de las políticas económicas y sociales de los últimos gobiernos. En efecto, la política ha sido su principal recurso para dejar fuera de la caja los costos de un raquítico crecimiento a cuenta de la tormenta económica del exterior, y las licencias a Trump para administrar la revuelta de sus políticas injerencistas. La asimetría de la fuerza y desproporción del desafío le ayuda a contener el natural desgaste del poder con una narrativa de gesta nacionalista, que contrasta con sus acciones en migración y seguridad. Pero que se impone en la percepción pública con puntos adicionales de popularidad. Sheinbaum llega a la cita con poco más de 70% de apoyo, lo que implica que más mexicanos aprueban su gestión de los 60 millones que votaron por ella en 2024. También Morena mantiene clara delantera hacia las elecciones de 2027, a pesar del deterioro de imagen por el espectáculo de vida de nuevos ricos de sus personajes, más visible en el partido y Congreso; que a ella apenas salpican por erigirse como referente moral y custodia del legado de austeridad de la 4T. Ahora bien, el camino no está desbrozado de paradojas contrarias a la opinión común en la economía y la seguridad. La primera, el apoyo que ha logrado sumar de los empresarios no se ha traducido en inversiones para reactivar el crecimiento, aun incluso si el statu quo y los más poderosos la apoyan como la mejor opción posible dentro de Morena y hasta dique de contención a los radicales. Pero éstas y otras razones, como la estabilidad financiera, no parecen suficientes para convencerlos de la ruta que tomará la economía ante la ola de proteccionismo mundial y los temores que también les despierta el control del poder de Morena en los tres Poderes con la reforma judicial. El resultado, un magro crecimiento y malestar soterrado de 30% que no la apoya en la IP y los medios. La segunda situación contradictoria es su otro talón de Aquiles, la seguridad. De un lado, Sheinbaum exalta la resistencia ante el intervencionista de Trump con un discurso nacionalista que le reporta reconocimiento internacional y apoyo interno y, de otro Trump es un respaldo a su plan contra la violencia contra resistencias internas, al que además hace concesiones de su agenda de política interior como la entrega de decenas de altos capos a la justicia de EU. Se podrá decir que ha servido para evitar males mayores como en el castigo arancelario, pero administrar las amenazas no resuelve los mayores pendientes que acompañarán su mandato: el crecimiento económico y la violencia, aun si se disipara por completo el riesgo intervencionista. Columnista: José Buendía Hegewisch Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0