Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia Sócrates En el intrincado teatro del poder, la ignorancia nunca ha sido un mero accidente o una carencia pasiva. Por el contrario, a lo largo de la historia se ha revelado como una herramienta deliberadamente forjada y hábilmente empleada por quienes detentan el dominio. “La ignorancia al servicio del poder” no es sólo una frase elocuente; es una dinámica perversa que sustenta sistemas de control, perpetúa desigualdades y erosiona las bases mismas de la democracia y la libertad. El poder no siempre necesita ocultar la verdad; a menudo le basta con enturbiarla, fragmentarla o sobrecargarla. La estrategia es multifacética y existen mecanismos de ignorancia fabricada. La censura y control de la información: la supresión activa de conocimientos críticos, históricos o científicos que desafían el relato oficial. Desde la quema de libros hasta el bloqueo de sitios web o la persecución de periodistas, se busca eliminar fuentes alternativas de verdad. Goebbels , ministro de propaganda nazi, lo entendió bien: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, pero su eficacia aumenta exponencialmente cuando las voces que la desmienten son silenciadas. La desinformación y la propaganda: la inundación deliberada del espacio público con noticias falsas, medias verdades, teorías conspirativas y discursos emocionales que apelan al prejuicio y no a la razón. Esta “niebla de guerra” informativa confunde, paraliza y desvía la atención de los verdaderos problemas y abusos. El poder crea un universo narrativo alternativo donde sus acciones siempre se justifican y sus críticos son demonizados. La sobresimplificación y enemigos únicos: reducir problemas complejos (económicos, sociales, ecológicos) a explicaciones simples y emocionalmente cargadas (“son los inmigrantes”, “son las élites globalistas”, “es el otro partido”). sta simplificación alimenta el maniqueísmo, anula el pensamiento crítico necesario para entender matices y canaliza la frustración social hacia chivos expiatorios designados por el poder. El desprestigio del conocimiento y la experiencia: atacar sistemáticamente a académicos, científicos, periodistas e intelectuales, tildándolos de “élites desconectadas”, “corruptos” o “enemigos del pueblo”. Al socavar la autoridad del conocimiento experto y la evidencia empírica, se nivela el campo hacia abajo, donde la opinión infundada (a menudo amplificada por algoritmos) tiene tanto peso como el análisis riguroso. Se fomenta un escepticismo malsano hacia todo lo que contradice el discurso del poder. La ignorancia no sólo sirve al poder político autoritario, es un pilar de diversos sistemas de dominación. Comenzando por la económica que busca mantener a las masas en la ignorancia sobre sus derechos laborales, los mecanismos de explotación financiera o las verdaderas causas de la desigualdad, favoreciendo la acumulación desmedida de riqueza y evitando la resistencia organizada. La falta de educación financiera o económica es funcional al statu quo. La ignorancia social y colonial que impulsa sistemas racistas, sexistas o clasistas que se sostienen en estereotipos y falsedades internalizadas como “sentido común”. La ignorancia sobre la historia de opresión (colonialismo, esclavitud, patriarcado) impide comprender las causas profundas de la injusticia y perpetúa privilegios injustos. Como señala Eduardo Galeano , “La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será”. La ignorancia religiosa, cuyo fundamentalismo a menudo se nutre de la interpretación literal y acrítica de textos sagrados, desalentando el cuestionamiento y el estudio histórico-contextual. La ignorancia teológica puede ser manipulada para justificar la intolerancia y el control sobre las conciencias. Aristóteles lo expresaría de manera clara y contundente: “El ignorante afirma; el sabio duda y reflexiona”. Si somos sensatos, usamos nuestro sentido común y observamos a los dirigentes de diversos países, veremos a líderes políticos cuya ignorancia es tan brutal que uno se pregunta el cómo han podido llegar a dónde han llegado. La respuesta es directa y letal. Manipulación de las masas ignorantes. Y su consecuencia es una sociedad ignocrática. Y cuando la ignorancia es instrumentalizada, las consecuencias son profundamente corrosivas. Una población desinformada y confundida es incapaz de tomar decisiones libres y fundamentadas, base de una sociedad sana. Se convierte en masa maleable, susceptible al populismo y al autoritarismo. Se sufre de una pérdida de autonomía y de una ciudadanía crítica. Continuará... Columnista: Antonio Peniche García Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0