Entre las historias notables de la delincuencia, está la vida de Al Capone, jefe indiscutible de la Mafia en Chicago; él dominaba sin piedad todo el panorama criminal, pero los intentos para encarcelarlo no daban resultados, se conocían sus crímenes, extorsiones y venganzas, pero faltaban “las pruebas”, porque todos temían denunciarlo. Finalmente, la condena de Capone no fue por sus delitos y crímenes, sino por no pagar impuestos, en 1931 fue declarado culpable y sentenciado a 11 años de prisión. En todo el mundo el esclarecimiento de los delitos es materia de análisis, dudas y temores porque, como sucedió en la historia de Al Capone, una red de intereses creados que impide llegar a la verdad. Eso lo hemos vivido también en México, pero gracias a que la comunicación es cada vez mejor, los delitos y sus consecuencias son analizados y conocidos aquí y en el extranjero, pero el ocultamiento gubernamental de la verdad deja su huella en todos lados. El problema no es el desconocimiento de los hechos: centenares de investigaciones por parte de organismos establecidos, ONG, escritores y analistas confirman que, desde siempre, el señor que ya no está, ocultó la verdad, impidió que se conocieran los delitos, y adujo la “falta de pruebas” para no se pudiera detener a los delincuentes. Por supuesto que el primer delincuente fue él, y lo comprueban los más de 41 libros acerca de sus errores y delitos, publicados por escritores y analistas, muchos de los cuales han sufrido las consecuencias: acoso, amenazas y muerte. Y sus colaboradores cercanos también son inmunes por “falta de pruebas”, el exdirector de Pemex, Octavio Romero, dejó un déficit de talla mundial: 42,633 millones de dólares, y el de la CFE que la destruyó, Manuel Bartlett, cuya fortuna inmobiliaria es conocida, pero “faltan pruebas”. A los cotitulares de los fracasados proyectos faraónicos, en AIFA, Dos Bocas, Tren Maya se les ha documentado errores y corrupción, pero “no hay pruebas”, como tampoco al secretario Alcocer y al subsecretario López-Gatell de la Secretaría de Salud, por los miles de mexicanos fallecidos. Y así “no hay pruebas” contra Félix Salgado Macedonio, Cuauhtémoc Blanco, Rubén Rocha Moya, Evelyn Salgado, Rocío Nahle, Luisa María Alcalde, Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña, así como contra Andy y sus hermanitos, y tantos más. Porque ahora vemos que la República que amamos llega a su fin, lamentamos tanto la destrucción del Poder Legislativo por la fraudulenta sobrerrepresentación de miembros de Morena, como la del Poder Judicial, que queda en manos de incapaces y delincuentes, que aprobaron la selección “por tómbola”, y la elección “por acordeones”. Por cierto, ahora que se ofrece bachillerato gratuito, los “acordeones” estarán autorizados, y así, con millones de analfabetas funcionales, México será igual que Cuba, a la que, por cierto, le seguiremos regalando nuestro petróleo. A todo esto, el sedicente procurador general de la República aduce “falta de pruebas”, mismas que ahora exige la señora Presidenta de las autoridades de Estados Unidos. ¿Quiere que El Mayo Zambada diga los nombres y fechorías de los políticos unidos con los delincuentes?, ¿no los conoce?, ¿dirá que “faltas de pruebas”? la realidad es que, a pesar de los esfuerzos de Omar Harfuch, mientras ella no declare el fin de abrazos, no balazos y la guerra total contra la delincuencia, seguiremos siendo un narcoestado, por “falta de pruebas”. Así estamos y así seguiremos hasta que logremos que se conozcan todas las pruebas y que los delincuentes —como en su tiempo Al Capone—, pasen el resto de sus vidas en chirona. Columnista: Rafael Álvarez Cordero Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0