Claudia Sheinbaum celebra su primer informe de gobierno con una aprobación promedio de 70 por ciento. El tono de sus conferencias mañaneras es menos pendenciero que las de su antecesor y en general proyecta más método. Eso sí, no se ha sacudido el hábito de culpar al pasado con devoción casi litúrgica, utilizando a Genero García Luna como comodín para todo lo que no sale bien y encontrando a Felipe Calderón como el villano reciclable que lo mismo sirve para explicar la violencia que para justificar la falta de paracetamol en las farmacias del IMSS. Sin embargo, su popularidad no necesariamente refleja un buen desempeño de su gobierno en todos los frentes. La seguridad pública está dividida prácticamente a la mitad entre quienes piensan que la situación ha mejorado y los que no. La percepción de la mejoría económica está bajando y la corrupción sigue siendo un lastre. Hablando de lastres, la Presidenta ha tenido que lidiar en este año con un equipo que a veces parece estar más interesado en sabotear que en ayudarla a construir. Una plantilla política que parece sacada de una licuadora sin tapa donde hay muchos ingredientes, poca coordinación y varias salpicaduras difíciles de limpiar y justificar. Están por ejemplo los herederos incómodos del obradorismo, no los eligió la mandataria, pero los tiene encima como bultos emocionales. Hay de todo: funcionarios, dirigentes de partido y operadores que llegaron a sus cargos por lealtades pasadas y no por talento presente. Luego los jedi caídos de la Cuarta Transformación. Alguna vez fueron maestros de la fuerza, pero se han dejado seducir por el lado oscuro de los intereses personales. Está Ricardo Monreal , cuya lealtad es selectiva y su protagonismo, inagotable. Otro es Adán Augusto López , quien simple y sencillamente ignora a Sheinbaum . No la contradice, pero tampoco se molesta en apoyarla. Le han salido, además, amistades incómodas con vínculos documentados con el crimen organizado. Ese tipo de legisladores son como muebles pesados y viejos, sólo tapan el paisaje, pero nadie los quiere mover porque fueron regalo del abuelito. No pueden faltar los francotiradores de la transformación representados por Gerardo Fernández Noroña . Un día arremete contra la prensa porque le descubrieron una casa inexplicable de 12 millones de pesos, otro tunde a sus propios compañeros y a sus detractores. Es del tipo que tira la piedra y esconde la mano, de los que pega y luego se tira al suelo como víctima. Su utilidad política se ha convertido en un misterio. En las vacaciones de verano quedó al descubierto un subgrupo clave: los austeros VIP. Líderes que predican como revolucionarios, pero descansan en suites con desayuno incluido. Son personajes que convirtieron a Morena en una agencia de viajes con ideología o al gobierno en una sucursal de Club Premier. También existe una nueva calaña y son los nuevos ricos del presupuesto, ganaron gracias a que se convirtieron al morenismo; gobiernan como si fueran juniors con cargo. Nombran amigos, compran imagen, gestionan contratos. Creen que la transformación es sinónimo de “ahora me toca a mí”. Justo por esos lastres y las deficiencias en su gobierno es que el segundo año será clave para Sheinbaum porque termina la fase simbólica y los discursos históricos. El contexto internacional tampoco la va a ayudar mucho, con un Donald Trump tan volátil como vengativo, nunca se sabe qué va a pasar ni a quién va a culpar. El poder real no se mide en likes ni en encuestas, sino en la capacidad de poner orden, resolver conflictos y contener a los que sueñan con ser más protagonistas que la propia Presidenta. Columnista: Vianey Esquinca Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0