La leyenda del asaltante Ríos Galeana inicia lanzando tiros desde su LeBaron guinda

DOMINGA.– Cuando los agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) se instalaron en distintos poblados de Guerrero para tratar de entender, a través de amigos y enemigos, quién era Alfredo Ríos Galeana, se llevaron una gran decepción: no era más que un ebrio y un buscador de pleitos de cantina.El informe que firmó el comandante Roberto Quintero Vieyra es hoy una especie de biografía en la que los agentes reconstruyen, a través de testimonios de viejos conocidos, los escándalos pueblerinos del que ya era considerado el asaltante de bancos más famoso de todos los tiempos.Para ese entonces había asaltado 26 bancos en el Estado de México, había sido detenido y encarcelado en el Centro de Readaptación Social en Hidalgo, del que se terminó fugando.En diciembre de 1981 logró introducir desde el exterior un mástil metálico de siete metros, como los que se usaban para sostener las antenas de televisión en las azoteas de los ochenta. La pieza había sido rellenada con cemento para darle peso y rigidez. Con ayuda de cómplices dentro y fuera de la cárcel, lo colocaron contra el muro del penal. La combinación de su longitud y solidez permitió que Ríos lo utilizara literalmente como puente para trepar el muro perimetral.Una vez prófugo, la policía de espionaje montó un operativo de vigilancia encubierta en marzo de 1982, en el lugar donde Alfredo Ríos Galeana había nacido y al que tenía la debilidad de regresar: Arenal de Álvarez, una pequeña localidad costera de Guerrero que se extiende entre el cauce del río Atoyac y el océano Pacífico, rodeada de manglares, esteros y playas abiertas al mar.A pesar de que toda la policía del país estaba detrás de su paradero, según el informe, el 13 de marzo de 1982 Ríos Galeana llegó en un carro de lujo a su tierra.No podía resistirse a la fiesta: era la boda de una de sus primas y, como no se permitiría quedar mal, se había apuntado como padrino de música. Esa noche se emborrachó y bailó con todas las primas al son de la banda de viento que tocaba piezas del estilo Chile Frito, muy popular por allá.Sólo una semana después de organizado el operativo, Ríos Galeana regresó a Arenal de Álvarez. Cerca de las diez de la noche se metió directamente a un billar de un viejo amigo, Jorge Cabrera, y pidió una botella de mezcal. Cuentan los borrachos que, cuando se fue del lugar, se subió a su carro, un Chrysler LeBaron color guinda con interiores de terciopelo, considerado muy lujoso en esa época.La escena se quedó grabada como una hazaña: mientras manejaba con una sola mano, tomó un rifle AR-15 del asiento de al lado, lo sostuvo con la otra y lo sacó por la ventana. Ríos Galeana, el hombre más buscado del país, gritaba y reía cuando de pronto empezó a disparar una ráfaga de tiros para anunciar que ya se iba.Los pobladores declararon que Ríos Galeana se sentía tan protegido en su pueblo que incluso a veces llegaba acompañado de su madre, a quien conocían como La Güera María, y de su hijo de apenas doce años. Les gustaba exhibir que finalmente había triunfado.La gente contaba que La Güera se había ido de Arenal de Álvarez con Alfredo muy pequeño, rumbo a la capital, para huir de la miseria. Los carros, las armas y sus decenas de ahijados demostraban que lo habían conseguido.Durante la investigación que montó la DFS en el pueblo, lograron reconstruir la ruta de aquellos días prófugo: primero llegaba a la cantina El Siete Mares, luego se pasaba a El Avispero, después al billar de su amigo Jorge Cabrera y finalmente a la casa de una tía que tenía un hijo adolescente de nombre Andrés.A este último, Alfredo le había regalado una guitarra que él mismo tocaba cuando estaba recluido en el penal de Hidalgo y que había mandado sacar tras su fuga.“También se ha logrado saber que, cuando llega a Los Arenales, lo hace en dos vehículos, deja uno en la entrada para que lo protejan y también usa peluca.”Esta es la historia de los primeros asaltos de Alfredo Ríos Galeana, del primo que lo traicionó y de su debilidad por El Arenal, el pueblo donde nació. Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, que reconstruye este caso gracias a expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Casos como este revelan que en México la verdad oficial siempre está en obra negra.Durazo bautizó a Ríos Galeana como el “Enemigo Público No. 1”En una caja del Archivo General de la Nación (AGN) hay un expediente poco revisado: es sobre los primeros años de Alfredo Ríos Galeana, un exmilitar y policía que al mismo tiempo era asaltante de bancos.Un hombre que hacía de cada golpe un espectáculo de precisión. El mito que se construyó en torno a que tras su espectacular fuga de 1981, fue bautizado por Arturo El Negro Durazo –entonces jefe de la policía del Distrito Federal–, como el “Enemigo Público número uno” de la nación, señalaba Ríos Galeana.Pero fue su primo Evaristo Galeana Godoy, conocido en el bajo mundo como El Tito, quien contó a través de una declaración localizada en los archivos cómo se fue formando la primera banda de asaltantes.El Tito declaró que él había crecido en el poblado de San Jerónimo de Juárez y su primo Alfredo, en Arenal de Álvarez, comunidades vecinas divididas por el río Atoyac. Durante toda la adolescencia trabajó en panaderías, mientras que su familiar había emigrado con su madre al Distrito Federal.Relató que, en una de sus visitas, Alfredo le confesó que desde 1973 había sido nombrado sargento del Ejército mexicano.Le contó que utilizaba su cargo para robar automóviles junto a otros hombres: Alfredo Arciniega, Félix Palaciano y un cabo de apellido Guadarrama. Ríos Galeana presumía que estaban bien organizados y orquestaban los robos desde una lonchería en el Estado de México, El Molinito.Sus favoritos eran los Volkswagen: prácticos, baratos y usados como taxis. Los robaban en colonias como Polanco, Las Lomas y Las Águilas, en el Distrito Federal. Luego los llevaban a Guerrero, donde eran vendidos sin preguntas incómodas.A principios de 1974, El Tito fue invitado a unirse a la banda de robacarros en el Estado de México. El gusto le duró poco: fue detenido en abril de ese año y recluido en el penal de Lecumberri. Dos años después quedaría absuelto gracias a la defensa de un abogado especializado.Cuando fue liberado, El Titoregresó a San Jerónimo de Juárez con su madre. Para entonces se enteró de que su primo Alfredo había sido nombrado comandante de la policía en Santa Ana Ixtlahuatzingo, Estado de México, y que estaba bien conectado con el alcalde. Con todo y sus antecedentes penales, Alfredo lo colocó como subcomandante de las fuerzas armadas del pueblo.Recordaba que, para marzo de 1978, Alfredo ya había ingresado a las filas del Batallón de Radiopatrullas del Estado de México. La corporación surgió en los años setenta como un cuerpo policiaco especializado en patrullaje rápido y respuesta inmediata.Con vehículos equipados con radio y armas largas, representaba –en el discurso oficial– la modernización de la seguridad pública. En la práctica, pronto se convirtió en un grupo con enorme poder operativo y escaso control institucional.Muchos de sus integrantes fueron vinculados a extorsiones, protección a delincuentes y participación directa en asaltos bancarios. El más famoso: Alfredo Ríos Galeana. Según El Tito, desde ese puesto aprendió a vigilar cómo operaban los bancos y descubrió la escasa capacitación de los policías.“Lo hizo sin despertar sospechas”, declaró.Robaban fortunas de bancos y se escondían en AcapulcoEn marzo de 1978, Alfredo Ríos Galeana invitó al Tito a cometer su primer asalto bancario. La organización siempre se planeaba en su casa, en la calle Filiberto Gómez número 36, de la colonia Ahuizotla, Estado de México. Generalmente, una noche antes robaban un automóvil en Polanco.Para el primer asalto eligieron un Ford Maverick color verde, último modelo. Ese 26 de abril de 1978 se dirigieron al Banco Continental, en Tlalnepantla. Entraron haciendo un desastre. Lo primero que hizo Ríos Galeana fue desarmar al policía bancario y quedarse con su pistola calibre .45.A gritos, mentadas de madre y amenazas de muerte, él y Florentino Vargas Díaz ordenaron a los presentes tirarse al piso. Su primo entró a la bóveda, donde rápidamente guardó el dinero en bolsas. Ese día se llevaron 700 mil pesos, de los cuales Tito recibió 100 mil: una cifra que le parecía una verdadera fortuna.Durante cuatro meses se escondió en su pueblo, mientras su primo se dedicaba a comprar autos llamativos y pasearse con mujeres. Tito, aunque temeroso, ya conocía el olor del dinero fácil. Por eso, cuando Alfredo lo visitó, aceptó sumarse a nuevos asaltos.El 27 de septiembre de 1978, por ejemplo, cometieron uno de los atracos más célebres: llegaron al Bancomer ubicado frente a las Torres de Satélite. Usaron un Volkswagen azul robado.“¡Esto es un asalto, nadie se mueva!”, gritaron. A lo que siguió el mismo ritual: desarmar al guardia, tirar a los trabajadores al piso, entrar a la bóveda y huir. Ese día robaron 730 mil pesos que se repartieron en su casa del Estado de México. Después, los escondites también cambiaron: ahora se refugiaban en Acapulco, entonces destino de artistas y estrellas de Hollywood, donde derrochaban el botín en borracheras y mujeres.El 15 de enero de 1979 asaltaron un Banamex. El 13 de febrero repitieron el golpe al Banco Continental. Finalmente, el 14 de marzo de 1979 serían detenidos Gabriel García Chávez, Florentino Vargas Díaz y Evaristo Galeana Godoy, primo de Alfredo, quien revelaría todos los detalles de los asaltos y aportaría la primera información biográfica de Ríos Galeana. Ese día, Florentino Vargas declaró que Ríos Galeana reclutó a hombres originarios de Guerrero y muy pobres, como él mismo lo había sido. Contó que lo conoció a principios de 1978, cuando trabajaba como pescador en las lagunas de Tuxpan. Relató que, una tarde, Alfredo –que andaba bebiendo y de parranda, como de costumbre– le pidió que le sacara unas mojarritas para comer.Estuvieron riendo y comiendo juntos hasta que Ríos Galeana pareció compadecerse de él y le dijo que, si quería salir de la pobreza, tenía un trabajo para ofrecerle. Lo llevó con él a la Ciudad de México y, una vez ahí, le explicó que el “trabajo” consistía en asaltar bancos. Le aseguró que era seguro, pues él había sido policía y conocía cómo se movían las cosas en el Estado de México. Las fugas y capturas de Alfredo Ríos GaleanaEn 1985, Alfredo Ríos Galeana sería recapturado en la capital del país tras varios intensos operativos de la DFS y de la policía.Sin embargo, no permanecería mucho tiempo bajo custodia. Y en 1986 se fugó del Reclusorio Sur, nuevamente con apoyo dentro y fuera del penal. Esta fuga profundizó la percepción de colusión entre autoridades penitenciarias y su organización criminal. Volvió a ser detenido en 1987, pero logró escaparse de nuevo.Estas repeticiones de detención y fuga lo convirtieron en uno de los criminales más humillantes para las fuerzas de seguridad mexicanas.Para 1989 fue arrestado por tercera vez en el Estado de México. A partir de ahí desapareció de la escena pública. Algunos testimonios apuntan a que viajó a Estados Unidos con identidades falsas.Según reportes periodísticos, durante la década de los noventa vivió en California bajo el alias de un pastor cristiano. Se hacía llamar Arturo Montoya y llevaba una vida aparentemente tranquila, predicando en iglesias y trabajando en oficios menores.En 2005 el FBI lo localizó en Los Ángeles. Fue arrestado y extraditado a México, donde enfrentó finalmente sus pendientes judiciales. A diferencia de las décadas anteriores, ya no pudo escapar. Desde entonces permaneció preso hasta su fallecimiento en el 2019.GSC / MD