Lo acusaron de ‘vendehumo’, pero un mexicano podría llevar a Nicaragua a su primer mundial

DOMINGA.– El balón está en la cancha. Faltan cinco días para que Nicaragua dispute el partido más importante de su historia: la ronda final rumbo al Mundial 2026, contra Costa Rica y Haití. En la banca, lejos de los reflectores, un mexicano observa. No patea el balón, no da instrucciones, pero su huella está en cada jugada, contratación y patrocinador que hizo posible que esta selección –la de un país que nunca ha pisado un Mundial– sueñe con que puede lograrlo.Javier Salinas Hernández, desde hace casi cuatro años, es director de Selecciones Nacionales de la Federación Nicaragüense de Futbol. Su misión: llevar a un país futbolero, pero sin historia mundialista, al evento más grande del planeta.La revolución en el país centroamericano comenzó muchos años antes. Desde hace dos décadas, los dueños de los clubes de la Liga Primera luchaban a cuestas por transformar el balompié local sin infraestructura, sin planes deportivos y sin logros internacionales. Querían cambiar la historia y buscaron talento fuera del país.La prensa nicaragüense acusó a Javier Salinas de vendehumo, pero lo eligieron por dos razones: tres décadas de experiencia en el mundo del futbol –inició como jefe de prensa de Monarcas Morelia en los años noventa– y su paso como director de mercadotecnia de la Federación Mexicana y la Liga MX (2010-2015), donde destacó como pionero en marketing digital y patrocinios. “El futbol mexicano está lejos de ser tan malo como creemos”, dice Javier a DOMINGA. México, pese a sus críticas internas, está en el lugar 14 del ranking FIFA –entre 211 selecciones–, una de las ligas más sólidas de América Latina, detrás sólo de Brasil. Y más que espectáculo, es una industria que sostiene miles de empleos: jugadores, entrenadores, cuerpos técnicos, agencias, operadores de estadios. Los 18 equipos de la Liga MX emplean a más de 2 mil 700 personas, más otros 600 trabajadores en la Federación Mexicana, calcula Salinas. Para él, el deporte es una rueda de la fortuna. Se gana, se pierde y se vuelve a empezar. Su mayor aprendizaje no fue en la cancha, sino en la oficina: entendió que dirigir un equipo se parece más a llevar una empresa que a un vestidor de deportistas. Y en Nicaragua aplicó esa visión: diseñó un plan con preparación física innovadora, psicología, nutrición, medicina e inteligencia deportiva. El principio era claro: poner al jugador en el centro para elevar su potencial competitivo.Si Nicaragua clasifica al Mundial, se sabrá el 5 de septiembre, cuando reciba a Costa Rica en Managua. En la cancha, el chileno Marco Antonio Fantasma Figueroa lidera el sueño rumbo a 2026.¿Un rey Midas del marketing deportivo?No estamos habituados a contar las historias de los mexicanos que exportan talento, estamos más acostumbrados a recibirlas. Javier lo resume con una metáfora: “Compartir lo que sabes es como jugar un Mundial: no se gana quedándote en casa, sentado en un sillón”, sentencia.Antes de 2006, Javier dice que nunca imaginó que otros países podrían pagarle por transmitir su experiencia. Todo cambió cuando lo invitaron a hablar de marketing deportivo en una conferencia en Ecuador. “¿Cómo podía soñar con ser un ponente internacional, si estaba acostumbrado a escuchar al extranjero, no a que me escucharan a mí?”, recuerda. Después vinieron asesorías y conferencias en Paraguay, Perú, Panamá, Jamaica. Cada viaje reforzó una certeza: México puede exportar talento si se atreve a mostrarlo. Pero no es fácil: dar conferencias ni asesorías fuera del país se siente como jugar una final. Nervios, miedo a equivocarse, público dividido entre el escepticismo y la sorpresa. Pero “es necesario un poco de atrevimiento”, resume.​En 2022 aceptó la dirección en Nicaragua. Su historia funciona como un espejo incómodo: en la cancha, los negocios o la academia, solemos jugar con temple en casa pero, cuando se trata de salir, muchos “se achican”. “Amigos míos lo han hecho: prefieren decir ‘no’ antes que atreverse a salir”, asegura. “Somos malos vendedores de nosotros mismos. Y más si nos comparamos con países que tienen tradición de enseñar y que saben venderse muy bien”, lamenta.El contraste es evidente. Los estadounidenses repiten hasta el cansancio que son los mejores. Los chinos venden cualquier imitación. Los argentinos piensan en ganar siempre. Mientras tanto, el mexicano –moldeado en la humildad– suele confundir esa virtud con el silencio cuando se trata de mostrar lo que vale. Javier Salinas dice que esa resistencia es cultural.“Nosotros estamos en una situación geográfica muy favorable. El clima es bueno todo el año, y eso hace más difícil soportar temperaturas extremas. Además, venimos de núcleos familiares muy unidos. Nos cuesta trabajo desprendernos”. Ese desfase cultural tiene nombre y apellido: el síndrome del Jamaicón, en memoria de José Villegas, un defensa, que en 1958 se negó a cenar en Suecia porque extrañaba sus sopes y chalupas. El mal de la nostalgia. ​Ser un ejecutivo deportivo se parece más a dirigir una empresaEn el futbol, mientras más joven empiezas a entrenar, mejor se llega a primera división. Javier Salinas comenzó a los 15 años en el Sistema Michoacano de Radio y Televisión: entrevistaba a los jugadores de la Liga mexicana, cargaba cables, corría por tortas. A los 16 ya narraba partidos en radio y, poco después, escribía columnas deportivas por 500 pesos. La disciplina lo formó a golpes en uno de los periódicos locales de Michoacán: “Si tu nota tenía más de tres errores de dedo, te descontaban el día. Tenía que ser un escritor pulcro. Si hacías entrevistas banqueteras, no te las publicaban y te regañaba ese jefe mal encarado con más de 40 años de experiencia”. A los 22 años, en el Mundial de Francia de 1998, se quedó solo en la redacción, su editor en jefe se fue de vacaciones durante el evento más importante del año. En automático, Javier se quedó a cargo del suplemento mundialista y se convirtió en reportero, editor y diseñador. Sin saberlo, ya armaba sus alineaciones narrativas para el futuro. Ese rigor lo llevó al Monarcas Morelia y más tarde a la Federación Mexicana de Futbol y la Liga MX.Ahí descubrió que ser un ejecutivo deportivo se parece más a dirigir una empresa que a un vestidor: cuidar el producto, conseguir a los mejores jugadores, generar ingresos, controlar gastos, hacer crecer la marca.“La mayor satisfacción para un ejecutivo del deporte está en ver al aficionado disfrutar del espectáculo por el que pagó. Si lo hizo es porque se sintió seguro, se la pasó bien y salió feliz del estadio”.En el futbol mexicano fue pionero en mercadotecnia digital y en el manejo de patrocinios. “Primero para salir al extranjero, tienes que haber hecho algo trascendente en tu país.” Y Salinas lo había hecho: en el Mundial Sub-17 de 2011 ayudó a romper el récord de venta de boletos en la categoría.Las mujeres en el organigrama deportivoSi algo ha hecho Javier es abrir puertas que parecían cerradas con candado. En 2004 nombró a Mónica Pérez como la primera jefa de prensa de un equipo de primera división en México. La resistencia fue tan brutal que el director técnico se bajó del autobús en el que viajaban a la Ciudad de México para jugar contra Cruz Azul diciendo: “Yo no viajo con una mujer”. Más tarde, en 2017 cuando lo nombraron presidente de la Liga Mexicana de Béisbol, Javier Salinas hizo 60 cambios estructurales para modernizar y profesionalizar el circuito, entre estos, algo fundamental fue impulsar la equidad de género. Nombró a Luz Alicia Gordoa como la primera árbitro en el país en un juego entre los Diablos Rojos de la Ciudad de México y los Guerreros de Oaxaca, siete años antes de que ocurriera en Estados Unidos. La crítica más leve que escuchó de un sector de aficionados fue que la había designado árbitro “porque era un homosexual”.En el fondo, cada brecha abierta es un homenaje a su madre, que trabajaba turnos de 24 a 48 horas en un Ministerio Público, para mantener a él y a su hermano menor. Y también es un ejemplo para su hija, Frida, quien hoy tiene E18 años.La prensa nicaragüense lo acusó de vender humoPara salir a jugar en otro país no basta con talento: necesitas un plan de juego, ambición y una piel muy gruesa. En 2022, los dueños de los clubes de la Liga Primera lo llamaron. Querían cambiar la historia. Y Javier aceptó el reto. No fue nada fácil. Innovar tropieza con resistencias, incredulidad e intereses enquistados. Algunos sectores de la prensa lo acusaban de vender humo o de engañar a los nicaragüenses de que su selección podría competir en torneos de alto nivel. Fueron días muy complicados, dice, porque había quienes preferían seguir anclados en la mediocridad.Uno de sus rivales más duros a vencer fue la soledad –pese al respaldo de los clubes y de su equipo de trabajo–. Porque incluso con resultados positivos, siempre estaba lejos de casa.Casi cuatro años después, el guion cambió: de cero patrocinadores en 2022 pasaron a tener 14 en 2025. Un nuevo escudo, con la “N” de Nicaragua y los símbolos de sus lagos y volcanes. De no vender ningún jersey a vender 15 mil. De tres mil asistentes a llenar las 20 mil butacas del Estadio Nacional en Managua. Y avanzaron, del lugar 144 en 2022 al 130 en 2025 en el ranking de la FIFA. Javier entendió que había urgencias básicas, en específico, la salud mental y física de los jugadores. Sobre todo, cuando había deportistas que tenían 20 caries, lo cual obstaculizaba su desarrollo deportivo. La psicóloga Alejandra Fajardo evaluó al plantel y descubrió que muchos cargaban con infancias duras. Su misión fue clara: trabajar la autoestima y dotar a los futbolistas de herramientas emocionales para que no se “achicaran” ante ambientes hostiles, por ejemplo, escuchar a casi cien mil aficionados en contra ante un México en el Estadio Azteca. Para Javier Salinas, este trabajo es poner el nombre de México en alto. “Cuando sales te conviertes en promotor de tu país. Yo he tenido que explicar desde el grito de ‘puto’ en los estadios hasta hablar de Chespirito, de la historia de Luis Miguel o la diferencia entre el PRI, el PAN y Morena”. Hoy, a días del partido que podría cambiar la historia de Nicaragua, Javier sabe que su lugar está detrás de un escritorio, en el mismo sitio que ha jugado: abriendo espacios, creando ideas, derribando miedos. Quizá, dentro de algunos años, en Nicaragua, se diluya su nombre. Pero sí recordarán que un mexicano les permitió soñar con llegar a un Mundial.GSC/ASG