Del 19 al 28 de septiembre de 1991 tuve la oportunidad de cubrir por vez primera un festival de cine y éste fue el de San Sebastián, España. El día 20 asistí a la proyección de la impactante Alas de mariposa –al final, la ganadora de la Concha de Oro– del debutante vasco Juanma Bajo Ulloa. En plena función se escuchó un estruendo mayúsculo que sonaba a explosión y alguien cercano a mi butaca en el bellísimo Teatro Victoria Eugenia, comentó: “la ETA”. En el autobús de regreso rumbo al hotel, observé vidrios rotos y las aceras atiborradas de papeles y propaganda: así fue mi recibimiento en Donostia en aquel 1991; mismo lugar y año donde arranca la historia verdadera y la ficticia que se vinculan en el pulsante y vigoroso thriller español La infiltrada (2024) de Arantxa Echevarría.