La Corte, con purificaciones y limpias

Registremos en nuestras memorias este primero de septiembre, porque será el día del inicio del fin de un Poder Judicial autónomo y mínimamente eficiente. La reforma judicial que entra en funciones hoy será, más allá de los perfiles de los ministros de la Suprema Corte, unos pocos preparados, otros oscuros y alguna impresentable, el primer acto de un diseño institucional que parte exactamente al revés de lo que se tenía que hacer en la justicia y que es el resultado de una suma de errores políticos, pero sobre todo de la debilidad de la presidenta Sheinbaum que no supo o no quiso parar un capricho político del expresidente López Obrador . Más de 800 funcionarios judiciales entrarán en funciones de aquí al 15 de septiembre, la mayoría sin conocimientos previos, sin capacitación, algunos han declarado que si ni siquiera les han informado donde despacharán o si tendrán personal, porque muchos de los que saben realmente cómo funcionan los juzgados, el verdadero personal de carrera que fue el más castigado con esta reforma, se ha ido o ha perdido el interés porque precisamente la reforma lo que ha hecho es cancelar la posibilidad de que puedan ascender por sus méritos, todo queda en manos de unos acordeones o de una tómbola. Son innumerables los funcionarios judiciales de alto y mediano nivel, incluso cercanos a la 4T, que están sorprendidos por la forma en que se decidieron las cosas y el desaseo existente en todo el proceso, incluyendo los muchos que estaban dispuestos a participar a los que se les advirtió que mejor no lo hicieran, porque sin apoyos externos más allá de su experiencia no podrían ganar. El gobierno federal puso a los suyos en la Corte, en el tribunal de disciplina y el administrativo (desde donde realmente se manejará el poder judicial), además de las instancias electorales federales, mientras que los gobernadores pusieron a la mayoría de los jueces y magistrados que les tocaban. Insisto, incluso gente capacitada y cercana a la 4T que no tenía protectores electorales poderosos quedó fuera de este cuadro donde se privilegió mucho más la política o el amiguismo que la capacidad. El viejo lema de 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de conocimientos, se volvió a imponer en esta administración, pero ahora permeando desde arriba hacia abajo a la estructura del Poder Judicial. Claro que el Poder Judicial necesitaba una reforma profunda, pero lo que se hizo fue desandar lo andado, destruir los avances que se tenían y no atacar, al contrario, se han profundizado los problemas que teníamos. Elegir por voto popular ministros, jueces y magistrados, para colmo en una elección despreciada por la ciudadanía, es un error cuyas consecuencias pagaremos muy caro con el tiempo: la justicia no es un concurso de popularidad, sino de capacidades. Para reformar la justicia no había que destruir la Corte, había que separar de ella el Consejo de la Judicatura y mejorar los procesos de elección a través de méritos. No había que destruir la carrera judicial: separando la Judicatura, se le tendría que haber impulsado con más fuerza y transparencia. No había que comenzar por lo federal, sino por la justicia local, la peor, la más corrompida, la menos transparente, la que más afecta a la ciudadanía. Con esta reforma se ha perdido la posibilidad de mejora porque ya no habrá estímulos para ello: el único mérito es entrar en el acordeón correcto, porque ni siquiera, como hemos visto, es necesario cubrir los requisitos establecidos por las propias autoridades para ser juez o magistrado. Pero al mismo tiempo, hacia abajo, en tribunales y juzgados el panorama es desolador, porque se ha roto, en más de la mitad de la estructura judicial, la cadena de mando que pasó a manos del poder político y los poderes fácticos que se impondrán en cada uno de los estados o regiones. El crimen organizado debe estar feliz. Lo que mal empieza, mal termina. El programa de instalación del nuevo Poder Judicial comenzará a las cinco de la mañana con un acto de purificación en las oficinas de la Corte, entiéndase como una limpia, un método científico y, por supuesto, legal para desalojar malos espíritus; seguido de una ceremonia de consagración de bastones de mando y servicio, acompañado de la purificación de los nuevos ministros en la zona arqueológica de Cuicuilco. Estos ritos, organizados en colaboración con chamanes de pueblos indígenas, ocuparán buena parte de las actividades antes de instalación formal, previo a ella habrá, dicen, un fandango popular. Perdón, con todo respeto: en los tiempos en los que la Iglesia no estaba separada del Estado, se hacían misas y te deums católicos, ahora purificamos instalaciones y ministros con ritos indígenas, lo que no deja de ser una forma religiosa de auparlos al poder. Lo único que les faltó fue regalarles el famoso detente de López Obrador para que así se protejan de la corrupción y los criminales (y de paso de cualquier enfermedad). Hasta las formas, tan necesarias en la impartición de justicia, hemos perdido en esta reforma que será la más costosa de todas las que nos impuso López Obrador . A ver cómo le explican al secretario de Estado, Marco Rubio , que llegará unas horas después, que vamos a combatir la criminalidad y hacer justicia con purificaciones y limpias. Columnista: Jorge Fernández Menéndez Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0