Sol y sombra. El mismo fin de semana que cientos de ministros, magistrados, jueces y personal de carrera judicial serán sustituidos por los integrantes de la banda del acordeón, la iniciativa Somos México completó 99 asambleas distritales, la mitad de las requeridas por la ley para su registro como partido político. La segunda mitad las completaremos para diciembre, dos meses antes del límite. SomosMx es la única organización de oposición que avanza exitosamente de entre las decenas que solicitaron en enero formar un nuevo partido. La nuestra es una resistencia organizada, estructurada y distribuida en todo el territorio. Pero hay muchos otros síntomas de inconformidad saludables: la exitosa marcha convocada por Alessandra Rojo de la Vega, alcaldesa de Cuauhtémoc, en la Ciudad de México. La terca resistencia de los agricultores y ganaderos del río Sonora contra el proyecto del gobernador Durazo de construir presas en el exiguo río. Las madres buscadoras que no se cansan pese al silencio e indiferencia del gobierno federal. Y muchos más. Gobernar desgasta y en el caso de Morena el desgaste ha sido muy rápido y profundo. Pero con todo y estos signos alentadores todavía hay muchos ciudadanos sentados observando desde la barrera, o peor, con la fantasía de que si no intervienen, no sufrirán las consecuencias de la política. Enlisto aquí algunos de los pretextos más socorridos para no participar: Primero: “Son siempre los mismos”, “las mismas caras”. Es verdad que el núcleo, primero, de las iniciativas políticas más relevantes —como la demanda de una reforma electoral por consenso— comienzan con figuras políticas de larga experiencia. No podía ser de otra forma: alguna utilidad tiene que tener las cicatrices, moretones, golpes, cárcel, exilio, experiencias en buenas y malas reformas recogidas en el largo camino por lograr respirar en libertad en este México nuestro. La respuesta a este argumento es sencilla: si quieres caras nuevas, suma la tuya a la batalla por un México democrático. “No me gusta la política”, es el segundo pretexto más socorrido. Pueda que no te guste la política, pero ella moldea tu vida; ella impone desde los aspectos más relevantes: cuánto pagas de impuestos, si puedes o no adquirir una vivienda con facilidad, si accedes a la educación universitaria, si te quedas a las afueras de un hospital o accedes a un buen atendimiento. Afecta también los aspectos más cotidianos: si puedes llegar a tu trabajo en un transporte rápido y cómodo; si respiras aire limpio o envenenas tus pulmones con aire contaminado. Más relevante, la política determina si puedes vivir con tranquilidad o para decirlo con crudeza: si tú y los tuyos pueden vivir o se sumarán a los números de desaparecidos y asesinados que crecen diariamente, digan lo que digan las estadísticas oficiales. ¿Por qué? Porque la actividad política desemboca en leyes e impacta en la formulación y ejecución de políticas públicas. La política criminal de Abrazos, no balazos, ¿se hubiera podido imponer si las calles de México hubieran estado llenas de ciudadanía protestando? Tercero: “No me gustan los partidos políticos”. Si me preguntaran qué prefiero, estar en la playa leyendo mi libro favorito o disfrutando las hazañas de mis nietos, eso es lo que preferiría, si no fuera porque la patria se me escapa de las manos y se desliza con velocidad sorprendente a la realidad irrespirable de un partido único. Los partidos políticos son como un taxi: te llevan a donde quieres ir. No hay otra forma de llegar al Congreso para pelear por leyes más justas. No hay otra vía para acceder a gubernaturas, presidencias municipales, etc., para cambiar positivamente la vida de los conciudadanos. Los partidos políticos son el taxi más directo para influir y cambiar la política pública, pero hay que diseñarlos para el siglo XXI: sin vicios caciquiles, con mecanismos que los obliguen a rendir cuentas a la ciudadanía, con ésta eligiendo a las y los candidatos mediante elecciones primarias, con una intensa vida democrática y transparencia en sus decisiones y cuentas. Pero hay otros vehículos para lograr objetivos muy puntuales. Las organizaciones cívicas creadas en torno a una meta. ¿Qué tal el trabajo heroico de las madres buscadoras? ¿Las colectivas de mujeres que luchan contra la violencia contra las mujeres? ¿Las iniciativas de activistas que lograron el registro de deudores alimentarios? ¿La lucha incansable de activistas ambientales que han documentado el ecocidio que acompaña al Tren Maya? ¿Las voluntarias y activistas que procuran medicinas para los niños y niñas con cáncer? Las ONG que defienden el trabajo de los periodistas para llevar la verdad al gran público. Casi es infinita la gama de oportunidades para participar. El último pretexto es la resignación: nada se puede hacer. Déjenme parafrasear a un personaje con el que no simpatizo, pero que era bueno para las frases. Con todo y su aparente motoconformadora: Morena es un tigre de papel. Sus garras perdieron el filo con las sandalias Gucci, con la guarida de 12 millones, con la ropa de marca, con las cenas de 50 mil pesos. Como dice el dicho del filósofo socrático: la gente se cansa de tanta transa. Columnista: Cecilia Soto Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0