En Arganda olía a torero: Emiliano Osornio y una obra cumbre

Espectacular era el quinto, un toro con todas las letras. Pero estaba inválido desde que salió. Con todo, por muy cojo que estuviera, era un toro bravo y embistió con fiereza por la zona de toriles , metiendo el pitón entre los barrotes, alcanzando a dar un varetazo a un señor que estaba justo allí… El sobrero, muy serio también, salió barbeando tablas también por la zona de toriles. Ya todo el mundo salía corriendo hacia atrás, como alma que lleva el diablo, dada la estructura de barrotes de parte de esta plaza. Ahí, viendo a los de negro tan cerca como para tocarlos, se da más mérito a que un tío, tan solo un chaval en este caso de 21 años, no sólo no se quite corriendo, sino que lo llame y vaya a su encuentro. Y eso intentó hacer con torería Osornio , aunque salía sueltecito el de Torrenueva. Y con la montera calada, se entretuvo el mexicano en darle dos trincherazos de cartel en el inicio. El novillo no terminaba de meter la cara al principio, pero recetó unos naturales de categoría, con el toque preciso y la distancia justa. Por la diestra, el animal tendía a salir abierto, pero le dejaba Osornio la muleta tan bien puesta en la carita, que lo fue encelando, y acabó embistiendo hasta bien el novillo. La gente estaba completamente con el mexicano, que improvisaba con pases de pecho rodilla en tierra, molinetes morantistas, más trincherazos extraordinarios o pases de las flores. Entregado estaba Emiliano, que consiguió que se entregara el novillo y lo hizo parecer mejor. Pañuelo azul al de Torrenueva, que acabó siendo bravo, y dos orejas al novillero, que estaba que no se creía el faenón que acababa de cuajar. Aplaudía emocionado al novillo en la vuelta al ruedo, apretando con fuerza las dos orejas que pondrá en un lugar de honor en su casa, a buen seguro. Con su primero pudo mostrar Osornio lo bien que hace el juego de brazos a la verónica. Pero dos puyazos y dos volteretones después, además de muchos capotazos de más durante la lidia, hicieron que el utrero llegara al último tercio rajado, mirando solo a toriles. De salón toreaba bonito Emiliano, pero poco más. Lo mejor que hizo el mexicano fue no aburrir al personal, y coger pronto la espada, con la que se debió hacer daño en el hombro derecho en los pinchazos. Abrió la tarde Fariseo, que no humilló ni por equivocación los primeros tercios. Además, estaba justo de fuerzas -menos mal, porque apretaba hacia los adentros, y era un mal trago banderillearlo en esta plaza, preciosa, pero muy empinada y con pocos burladeros-. «Este toro… nada», le decía una pequeña a su madre. La niña se ponía feliz cuando el novillo de Aldeanueva, con más volumen y cara que muchísimos cinqueños, se acercaba a las tablas. ¡Qué valor el de la chiquilla, que no perdía ojo a lo que pasaba en la plaza! Su madre estaba desesperada, pensando que el veneno lo de querer ser torero, se le hubiera ya metido dentro a su hija … porque además, su apreciación al inicio de la faena fue muy acertada: el novillo no tenía nada. Bien le dejaba la pañosa Jesús Romero, que le dio un buen trincherazo en el inicio, e intentó aprovechar lo que tenía. Improvisaba el chaval como podía, pero el desclasado animal era violento además y poco podía sacársele. Lo que estaba más en su mano, la estocada, la ejecutó a la perfección, y cayó el novillo rodado en apenas cinco segundos. Variado fue el recibo de Romero al cuarto, con verónicas rodilla en tierra y delantales. El novillo… vivía su vida. Salía suelto mirando a tablas todo el rato. Y así transcurrió los primeros tercios. De rodillas se plantó Jesús para intentar alegrar algo la embestida del mortecino ejemplar, que, paradójicamente, se llamaba Alegrías. Pues ni vida, ni alegría ni nada tenía el de Aldeanueva. Sólo un tesonero novillero enfrente, que terminó por manoletinas intentando meter al personal , ya algo desconectado de lo que pasaba en el ruedo. De nuevo, lo mejor vino con la espada. Fragor salió como un cohete y remataba bien en los burladeros. Muy bien lo bregó Víctor del Pozo, con los capotazos justos. Pero el picador hizo un destrozo… Ignacio Candelas tiene un gran concepto, y eso puso de manifiesto frente al tercero, un desclasado animal, que le echaba miraditas, casi imperceptibles, pero que daban miedo, porque además iba a trompicones, se quedaba cortísimo al natural, sin dar una embestida igual. En una de esas, se lo llevó por delante, lanzándole a varios metros de altura. Volvió el chaval a ponerse delante sin mirarse siquiera, de nuevo con la muleta en la mano izquierda, y volvió a quedársele debajo el novillo. Tal vez le faltó un poco de poder a Ignacio, pero probablemente el novillo se habría rajado si le crujía por abajo. En todo caso, estuvo valentísimo el chico. Con el sexto, volvimos a la ganadería titular. Otro pedazo de novillo, impresionante, pero sin entrega y flojo. Intentó ordenar las embestidas Candela, pero entre la bisoñez, lo vivido en el novillo anterior, y que no valía nada este cierraplaza, poca historia hubo. Cogió la espada rápido el chaval, y se le agradeció.