Como debe ser

Córdoba es la provincia andaluza donde más recién nacidos heredan el nombre del padre Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía Dieciocho de cada cien niños heredan el nombre de sus padres. Para ser exactos, 17,9 de cada cien. Quiere decirse que uno de cada cinco padres, décima arriba, décima abajo, proyecta en sus hijos las propias aspiraciones, la continuidad de la estirpe o incluso el estatus social. Hemos dicho padres. Y no en términos genéricos. Sino estrictamente masculinos. Porque solo 6,4 de cada cien niñas heredan el nombre de sus madres. Se trata, por lo tanto, de una tradición predominante patrilineal, lo que subraya el papel del rol del padre en la estructura familiar. En términos coloquiales, diríamos que es el padre el que pone sus santos cojones sobre la mesa. La madre, mientras tanto, prepara la cena. Desde ese punto de vista, podríamos sostener que no han cambiado demasiado las cosas en los últimos años. Aunque también podríamos observar la botella medio llena. Si uno de cada cinco padres transmite su nombre al hijo, generalmente el primogénito, otros cuatro renuncian a proyectar su alargada sombra sobre sus retoños, al menos, en términos patronímicos. Que menos da una piedra. La inteligencia artificial dice que este fenómeno no es una simple elección de nombre, sino que refuerza ciertas estructuras sociales y valores culturales. Y que constituye un signo del poder patriarcal. No les quiero dar la mañana, pero Córdoba es la provincia donde más niños heredan el nombre de sus padres. Casi cuatro puntos más que en Andalucía, donde el guarismo se sitúa en el 13,7%. En algo, queridos contribuyentes, teníamos que ser líderes absolutos. María y Manuel son los nombres que más se heredan en Córdoba. Y lo hacen por séptimo año consecutivo. Lo que no tiene explicación es el desplome de Rafael, custodio de Córdoba, que vuelve a perder tres posiciones y se descalabra a la octava plaza. Si seguimos en caída libre, cualquier día regresa el padre Roelas. Avisados estáis.