Caída del gobierno Bayrou: hacia una crisis de régimen en Francia

El lunes 8 de septiembre de 2025 marcará un antes y un después en la política francesa contemporánea: el primer ministro François Bayrou perdió la moción de confianza en la Asamblea Nacional (364 votos en contra, 194 a favor) y presentó su dimisión, apenas nueve meses después de ser nombrado por Emmanuel Macron. Su gesto fue más un acto de arrogancia política que de firmeza y coherencia política. Bayrou se presentó como un salvador técnico, pero terminó siendo el chivo expiatorio perfecto de una crisis que es tanto personal como sistémica. La caída de Bayrou no fue una sorpresa para nadie. Su ambicioso plan de austeridad antagonizó a diputados de derecha, izquierda y ultraderecha por igual. Para algunos, su estrategia de convocar una moción de confianza fue vista como un acto suicida, un intento de forzar el respaldo de la Asamblea Nacional ante un panorama presentado como un no way out, con una deuda pública del 113% y un déficit del 6% que sólo se podría solucionar a través de la imposición de recortes. Para otros, sin embargo, esta decisión ha sido leída como un intento para poner en marcha su candidatura a la presidencia de la República, algo que el veterano político de centro lleva persiguiendo décadas. Sea como fuere la respuesta de la cámara fue la de un rechazo rotundo. Esta nueva crisis de gobierno no es un hecho aislado: es el cuarto gobierno que cae desde 2022, el quinto en lo que va de legislatura, y el tercero en menos de un año, reflejo de una inestabilidad estructural de régimen que cada día que pasa de acentúa de manera dramática. La centralidad y verticalidad perseguida por el modelo político impulsado por De Gaulle ha llegado, parece, a un punto crítico, donde los consensos mínimos son, a todas luces, casi imposibles de alcanzar.  De este modo, lo ocurrido no puede leerse como una simple derrota parlamentaria: es otro episodio de la descomposición de la V República. El régimen, construido sobre la ficción de mayorías sólidas y presidentes todopoderosos, se está resquebrajando frente a un Parlamento fracturado. Ya no hablamos de una excepción: en menos de tres años, cinco gobiernos han caído. La inestabilidad no es coyuntural, es estructural. Macron se encuentra ahora en el ojo del huracán: obligado a nombrar un nuevo primer ministro, el cuarto de su mandato, en cuestión de días, en medio de una Asamblea reacia a construir mayorías coherentes y con la premura de tener que aprobar los presupuestos a primeros del mes de octubre o convocar unas elecciones que a todas luces ampliarían la ventaja de la derecha reaccionaria de Le Pen. Si bien el presidente ha descartado por ahora elecciones anticipadas, lo cierto es que la presión crece desde múltiples frentes. La ultraderecha de Marine Le Pen exige comicios, mientras que la izquierda impulsa una alternativa de gobierno. El riesgo de agotamiento institucional es cada vez más real e inminente. El presidente Emmanuel Macron aparece cada vez más como un estratega agotado, encerrado en la lógica de la supervivencia. Nombrar a Bayrou fue un intento desesperado de estabilizar un barco que hace agua por todos lados. Hoy se encuentra ante una paradoja: o cede espacio político para construir un gobierno de consenso, o seguirá quemando primeros ministros como cerillas. La negativa a convocar elecciones anticipadas refleja miedo, no visión. Macron teme que la ultraderecha de Marine Le Pen capitalice el caos, pero al mismo tiempo alimenta esa posibilidad al aferrarse a un poder vacío de legitimidad. La negativa a convocar elecciones anticipadas refleja miedo, no visión. Macron teme que la ultraderecha de Marine Le Pen capitalice el caos, pero al mismo tiempo alimenta esa posibilidad al aferrarse a un poder vacío de legitimidad. El programa de Bayrou era tan impopular como predeciblemente inviable. Congelar pensiones, eliminar días festivos y recortar gasto social en un país ya crispado fue dinamita sobre un terreno en llamas. Más allá de las cifras de la deuda, lo que fracasó fue la falta de imaginación política donde se intentó imponer una ortodoxia neoliberal sin ningún colchón social ni diálogo real. La respuesta ciudadana ya está en marcha: el movimiento Bloquons tout se perfila como un catalizador del malestar social, y promete convertir el rechazo parlamentario en una presión de las calles. La caída de Bayrou es, en realidad, un espejo incómodo para Francia, un sistema institucional incapaz de adaptarse, una clase política que rehúye el compromiso y un presidente que administra la crisis en lugar de resolverla. Llegados a este punto, la pregunta ya no es quién será el próximo primer ministro, sino cuánto tiempo podrá sobrevivir un régimen que multiplica gobiernos efímeros mientras el país se hunde en la deuda, la parálisis y la frustración social. La caída de Bayrou no es el resultado de un error particular, sino la expresión de una enfermedad sistémica, Francia está atrapada en un círculo vicioso de gobiernos débiles, parálisis legislativa y fractura social. Si Macron logra nombrar un nuevo primer ministro, será un mero parche sobre una democracia semidormida. La insistencia en políticas de ajuste y el recelo hacia la negociación política son síntomas de una gerencia autoritaria que ya no funciona. Como sugieren algunos analistas, solo un ejecutivo abierto al centro y a la izquierda, o un gran pacto nacional, podría ofrecer un respiro. Pero la realidad es clara y nada indica que ese espíritu exista. Francia vuelve a valorar si su V República, sostenida por mecanismos diseñados para mayorías bipolares, puede sobrevivir a un presente mucho más plural, fragmentado y exigente. Lo que no puede seguir haciendo es disfrazar la parálisis de continuidad. Parece evidente que cada nuevo parche agrava el desgaste, y cada nuevo primer ministro sin poder real acerca a Francia al verdadero riesgo: que la democracia se vuelva irrelevante. Quizás ha llegado el momento de que Macron dé la cara de verdad. __________________________________________ Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM.